sábado, 3 de marzo de 2018

Yo quiero ser chino

Nos sobra nacionalismo y nos falta internacionalismo.

Los medios de comunicación españoles y catalanes sólo hablan, día a día, mes a mes, año tras año, en "lo nuestro", del conflicto catalano-español, del decimonónico conflicto entre "nosotros" y "ellos". ¿Y fuera de aquí, qué pasa? ¡Qué nos importa el mundo! Igual que hace cien años, seguimos viendo Europa y el mundo como por el agujero de un catalejo. Todo queda lejos, lejos, muy lejos.

Jordi Pujol acaba de escribir en un blog un interesante artículo titulado "Nostalgia". Jordi Pujol tiene nostalgia de Europa, del proyecto europeo, y nosotros los catalanes tenemos nostalgia de Pujol. Qué mal tienen que ir las cosas en Catalunya para que echemos de menos a Pujol. Que si, que robaban el 3%, pero al menos dejaban el 97% restante, eran gente seria. ¿Qué hay ahora? Un chapapote nacionalista que lo impregna absolutamente todo. Nunca jamás en Catalunya hemos estado tan (de)pendientes de España como actualmente, después de seis años de "procés".

Necesitamos patriotismo. Esa palabra maldita. Pero no el patriotismo cerrado de "lo nuestro", sino un patriotismo abierto al mundo, internacionalista. Yo es que no sé explicarme bien, qué voy a hacer, pero cuando pienso en patriotismo, en buen patriotismo, pienso en los USA. Mi abuelo, como buen republicano, odiaba a los americanos, "los jodíos yanquis" decía, pero tenemos tanto que aprender de ellos.

Hace unos años me sorprendió una noticia que encontré por internet:

Winning formula: USA tops International Math Olympiad for first time in 21 years

En el 2015, el equipo americano había conseguido ganar la medalla de oro en las Olimpiadas Matemáticas Internacionales, después de 21 años de aplastante superioridad asiática.

Pero lo que me sorprendió fue la fotografía del equipo americano, y sus nombres:


Ryan Alweiss, Allen Liu, Yang Liu, Shyam Narayanan, David Stoner, Michael Kural

Qué equipo tan poco "americano" pensé, qué poco "blancos", qué poco "anglosajones", qué poco "yanquis", qué poco "wasp".

Un año después, el equipo americano vuelve a quedar en primera posición en las Olimpiadas Matemáticas.

U.S. Team Wins First Place at International Math Olympiad

Y la fotografía del equipo americano es todavía menos "americana". Prácticamente todos sus integrantes son asiáticos. Incluso el entrenador es de origen chino. ¡Bien por ellos!


Ankan Bhattacharya, Allen Liu, Ashwin Sah, Michael Kural, Yuan Yao, Junyao Peng. Entrenador: Po-Shen Loh.

¡Eso es patriotismo! Competir en la escena internacional aprendiendo de los mejores. Si los mejores estudiantes de matemáticas son chinos ¡Aprendamos de ellos! Queramos para "nosotros" lo mejor que hay en el mundo. Eso es para mí el patriotismo: Salir al mundo y traer para casa mejor que encontremos.

Qué diferente aparece el equipo español en la prensa nacional:

España consigue tres medallas en la Olimpiada Internacional de Matemáticas

[...]Jordi Rodríguez (Cataluña); Rafah Hajjar (Comunidad Valenciana) y Alberto Acosta (Castilla-La Mancha), que ya consiguió un bronce el año pasado, mientras que Aitor Iribar (Castilla y León) y Jaime Benabent (Andalucía) han logrado la mención honorífica. El otro participante, Saúl Rodríguez (Madrid)...[...]

Casi todos ellos como "muy nuestros", muy de aquí, y ¡ojo! cada uno de ellos, y entre paréntesis, luciendo su pendón regional, que quede claro muy claro de dónde es cada uno. Con "denominación de origen", como las botellas de vino del Caprabo. A nadie le importa si los integrantes del equipo americano son de Michigan, de Ohio o de Wisconsin. Pero aquí sí que importa, y mucho. Y así nos va.

¿De verdad no hay ni un solo asiático en España que quiera o pueda competir bajo bandera española? Cuando veamos un equipo español compitiendo en las Olimpiadas Matemáticas Internacionales formado por jóvenes asiáticos, entonces iremos por el buen camino. Esa es la España que quiero: Una España poco española, una España muy china. Y esa es la Catalunya que quiero: Una Catalunya poco catalana, una Catalunya muy china. ¡No es ningún disparate! el Barça es símbolo y orgullo de Catalunya y si quitamos a Piqué... ¿qué queda?

Por cierto, los asiáticos son tan buenos en matemáticas porque la educación asiática es respetuosa con el alumnado. Y es respetuosa con el alumnado porque es una educación exigente con el alumnado, y sí, es también exigente ¡muy exigente! con el profesorado, porque ese profesorado tiene que estar a la altura de la enorme exigencia a la que están sometidos sus alumnos. Mientras tanto, aquí no respetamos al alumnado, aquí pretendemos seguir un supuesto modelo "finlandés" de educación en la que el alumnado está infantilizado hasta lo ridículo, queda desposeido de su protagonismo en su propio proceso de aprendizaje (¡que les hemos robado!), de su responsabilidad. Aquí el peso del aprendizaje se pretende dejar en las espaldas de los profesores, obligados a reciclarse en supermanes con superpowers transmisores de motivación, empatía, felicidad, y cualquier otra gilipollez newage que le pase por la cabeza al gurú educativo de turno.

¡Quia! Yo quiero ser chino, y saber karate.


ESPÍRITU AMBULANTE

El culto de la fuerza en los vascongados

(En "La Vanguardia" del 1 de Marzo de 1918, Página 10)

En los periódicos de San Sebastián no es raro ver insertos unos anuncios bizarros, que al hombre de vida ciudadana y sedentaria han de producir honda extrañeza. Efectivamente, de cuando en cuando aparece un anuncio con toda la importancia de un cartel de desafío.
«Reto. Fulano de Tal desafía a todos los hombres de Guipúzcoa a quién levanta más peso...»

Estos hércules de aldea se llaman pulsolaris (literalmente «profesionales del pulso»), y suelen ser humildes picapedreros ó simples labradores que, de pronto, recuperan un admirable don de anacronismo. Como en los mejores tiempos medioevales, ellos también retan, provocan y emplazan en determinado pueblo y día a todos los forzudos del país, tal como un caballero valeroso retaba a todos los paladines del mundo, plantándose en la entrada de un puente ó en el crucero de dos caminos.

La fuerza muscular, la hermosa apostura varonil, la alta talla, la aptitud para la lucha y el triunfo: éstas son cualidades que el vascongado estima sobremanera.
Siendo esto así, ¡qué horrible angustia deprimente se apoderó de los guipuzcoanos nos una vez que un japonés, profesional de jiu-jichu, vino a San Sebastián, luchó con los pulsotaris y los derrotó a todos!... El amarillento, astuto é irónico japonés agarraba a los hércules de Guipúzcoa, los sometía a una fatigosa pugna, y al fin los derribaba en tierra como guiñapos. ¡Qué doloroso escalofrío en la muchedumbre absorta, aterrada y encolerizada!... El japonés tenía sin duda un recurso de gladiador, una maniobra perversa é insoluble, una llave. ¿Pero contra las llaves y las argucias pérfidas no habrían de valer nada los enormes músculos de los pulsolaris?.... Sucesivamente se le arrojaron al japonés infernal nuevos competidores; uno de ellos se llamaba Eltzecoudo, y era un gigantón elefantino. Yo le vi debatirse entre los brazos sinuosos del oriental, y caer derrotado, mientras el público, en lo íntimo de la conciencia, pensaba que convendría asesinan al diablo amarillo...

El culto de la fuerza física y de la gallardía corporal está profundamente metido en el alma vascongada; sentimiento muy lógico en una raza hermosa y vanidosa, que conserva además hasta hoy un primitivismo ruralita. Los cuentos, pues, y las leyendas del género hercúleo abundan mucho entre los vascongados.

Los chicos nos contábamos con fruición la epopeya del «marinero vasco que mató sobre las rodillas a un boxeador inglés». Era un marinero que estaba en Londres, acompañado de sus amigos. De pronto vieron en una plaza a un inglés que retaba a quien quisiera. El marinero vascongado salió a pelear, pero ignoraba la esgrima del box. El inglés le aporreaba lindamente, en las narices; en los riñones y en donde quería. Entonces el vascongado, todo furioso, atrapó al inglés con las dos manos, lo agarró del pescuezo y de los muslos y gritó a sus amigos: «¿Será libre el matar?» Los amigos respondieron: «¡Sí!» Y en seguida el marinero vascongado quebró y tronchó al inglés sobre la rodilla, como quien parte un leño.


Esta devoción franca y noble, un poco ingenua, por la fuerza sin doblez, no excluye el culto de la astucia, de la agilidad de la esgrima. El juego de la pelota exige una alta tensión de los nervios, de los sentidos, de la inteligencia, y ese juego, que ciertamente no tiene un origen muy vascongado, ha concluido por convertirse en una esencial característica vasca. Desde niños se ensayan en las contiendas del frontón, y allí encuentra el vascongado su sitio substancial, su pequeño y caro mundo de capacidades y de posibilidades. Corriendo tras la vibrante pelota, el vascongado ejercita las aptitudes de una robusta y bella masculinidad: fuerza, resistencia, rápido salto, golpe ágil, mirada pronta, carrera veloz, voluntad de triunfo, argucia, malicia, tozudez que sólo el aniquilamiento jadeante quebranta...

Mas de una vez, cuando los barquitos de vapor no habían arrinconado a las traineras de pesca, las barcas, en los buenos días de mar calurosa, corrían unánimes a buscar el banco de sardinas que las atalayas divisaron. Y olvidándose de pescar, despreciando acaso el banco de sardinas, las traineras lanzábanse en una improvisada regata, y los cuerpos vigorosos sudaban entonces más a gusto, por el entusiasmo de la pugna, que por el logro de la práctica pesca... Eternamente y en diversos climas se repetirá, y es fortuna que así sea, el símbolo de la emulación física que los griegos mejor que nadie hubieron de ejercitar y que consagraron para siempre en la gloria del sus luchadores olímpicos, de sus Discóbolos. Los frisos helenos están ahora mismo aleccionándonos en la doctrina inmortal que quiere, a pesar de todos los caminos y civilizaciones, que el hombre recupere su sentido esencial en el contacto de la Naturaleza, y que destine su fecundo amor al cuerpo (la hermosura divina que jamás fracasa).

JOSÉ M. SALAVERRÍA


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