sábado, 5 de octubre de 2019

Conocimiento y aprendizaje en el siglo XXI

En el Heraldo de Aragón encontramos la noticia (link) de un rebelde de la docencia. Un rebelde con canas (porque actualmente los rebeldes educativos peinamos canas):



El profesor Fernando de la Cueva, con más de 30 años de experiencia, se rebela contra la imposición digital de las tabletas y recopila para sus alumnos 120 libros de texto "antiguos", del 2008, con la ayuda de las familias y compañeros, que reparte entre sus alumnos. Lo hace en contra del criterio de la dirección de su instituto, el IES Clara Campoamor de Zaragoza, en su pretensión de imponer la compra por parte de las familias de ordenadores Chrome Book de 400 euros y el uso exclusivo de materiales digitales, materiales cuyo uso implica el pago de "licencias digitales".

Este profesor no quiere imponer nada a nadie. Él solo pide que le dejen hacer su trabajo, con las herramientas didácticas que él considera convenientes:

[...]"Vaya por delante que soy un defensor de que cada profesor trabaje con los medios que estima más oportunos. Me revuelvo ante las prohibiciones y las imposiciones. Trabajo siempre combinando los medios analógicos y digitales. Pero soy yo el que decide cuándo y cómo se han de emplear", deja claro este profesional para evitar malentendidos. Recuerda que fue "pionero" en el empleo de medios informáticos desde su primer año en las aulas, en 1988.[...]


Un detalle muy importante: Este profesor recupera libros de texto "antiguos" en papel, comprados hace años por las familias, propiedad por tanto de las familias, libros que no caducan, libros que se pueden usar años y años. Por el contrario, para usar los libros de texto "modernos" digitales hay que pagar anualmente las llamadas "licencias digitales", nunca son tuyos, tuyo solo es el derecho temporal para acceder a ellos mediante conexiones ADSL que también tienen que pagar las familias. Insisto: El libro de texto digital hay que pagarlo cada año, el mismo libro.

Las editoriales dejan de ser por tanto de ser productores de materiales didácticos para convertirse en gestores del acceso a "sus" materiales didácticos. En vez de ofrecer cultura, su objectivo ahora es impedir el acceso a la misma a aquellos que no pueden pagar la cuota impuesta. Esta aberración moral ya la vivimos hace diez años en Catalunya con el nefasto proyecto "Educat1x1", que afortunadamente se llevó por delante la crisis del 2009.

¿Quién se acuerda de los inicios de Internet? Hace veinte años empezó como una red no comercial que aprovechaba la línea de teléfono convencional para comunicar ordenadores mediante rudimentarios modems, y ahora es un monstruo comercial, que exige a los hogares el pago mensual de 50 o 60 euros, y todo para mayor gloria del peor embrutecimiento consumista.

Pero volvamos a la noticia. Otro detalle muy importante es que el criterio de este profesor, con sus treinta años de experiencia docente, importa un pimiento a las autoridades educativas. Me importa a mí que escribo sobre él. Te importa a ti que lees este y tantos otros blogs alternativos. Importa a la mayoría de la comunidad de docentes, que vemos con preocupación el evidentísimo proceso de degradación de la educación. Pero para las autoridades educativas, sencillamente es invisible. En general, el profesor tradicional, con criterio propio, con personalidad, es molesto, incómodo, hostil, es muy poco "siglo XXI".

¿Qué es el aprendizaje en el siglo XXI? ¿Qué es el conocimiento en el siglo XXI? ¿A quién escuchan los dirigentes educativos? Sin salirnos de las matemáticas, la clave la encontramos en el diario El País hace dos años, en una entrevista a Conrad Wolfram (link), uno de los gurús de la matemática moderna.


[...]Demasiadas horas de clase invertidas en aprender a calcular grandes divisiones y ecuaciones a mano. Ese es el gran fallo, según Wolfram, que apuesta por introducir la computación en las clases y dejar que sean las máquinas las que se encarguen del cálculo.[...]

Esto dice Conrad Wolfram, y las autoridades educativas le escuchan. Al profesor Fernando de la Cueva, con sus treinta años de experiencia docente, ni puñetero caso. Pero a Conrad Wolfram sí. ¿Y qué tiene Conrad Wolfram que no tenga Fernando de la Cueva? Que Conrad Wolfram entiende qué significa el conocimiento (y por tanto el aprendizaje) en el siglo XXI.

Conrad Wolfram es siglo XXI. Fernando de la Cueva no.

¿Quién es Conrad Wolfram? El hijo de Stephen Wolfram. Cuando se escriba la historia del siglo XXI, este personaje merecerá un capítulo entero.

Stephen Wolfram nació en Londres en 1959, aunque se educó en Eton, Oxford y Caltech. Publicó su primer trabajo científico a la edad de quince años, y alcanzó el doctorado en física teórica con tan solo veinte. Estamos hablando, pues, de una de las mentes más brillantes del siglo pasado, un genio de las matemáticas y la física, llamado a ocupar cátedra en cualquiera de las más prestigiosas universidades del mundo.

Pero resulta que Stephen está obsesionado con una idea propia, llamada "autómata celular" (link), un concepto tan rupturista, tan rompedor con la física y matemática oficial, que ninguna universidad aceptará jamás como línea de trabajo. Ni siquiera para un genio como Stephen.

Stephen Wolfram solo quiere investigar "Autómatas celulares" y sabe perfectamente que ninguna universidad le permitirá hacerlo. Decide que su futuro no está en la universidad, que él quiere ser libre para poder investigar lo que desee, y que para ser libre necesita ser millonario. Y que para ser millonario necesita fundar una empresa, producir algo que dé mucho, muchísimo dinero.

¿Y qué puede producir un genio de las matemáticas? Stephen Wolfram, como profesor universitario, tiene acceso a multitud de programas para resolver los más variados problemas matemáticos: Los algoritmos más potentes para resolver las ecuaciones más complicadas, los programas más avanzados para gestionar los modelos matemáticos más complejos. Stephen Wolfram se encierra en su casa en 1986 y durante dos largos años integra en un único programa comercial todos los algoritmos matemáticos más potentes conocidos hasta el momento en un único programa al que llama "Mathematica".

Mathematica es el programa más potente y ambicioso jamás creado para resolver y gestionar cualquier tipo de problema en matemáticas, física e ingeniería. Resuelve hasta las más complicadas ecuaciones, gestiona con solvencia las más retorcidas expresiones matemáticas. Es una maravilla. Una maravilla que cuesta más de 3000 euros.


Una maravilla que (¡Aquí está la clave!) nadie sabe cómo funciona. Porque aquellos algoritmos que circulaban libremente ahora están encapsulados, ocultos en las tripas de un programa cerrado, absolutamente opaco. Stephen tuvo que litigar judicialmente con alguna universidad que reivindicó la propiedad intelectual de algunos de los algoritmos que incorporó en Mathematica, pero finalmente, en 1988, el programa Mathematica era ya una realidad.

Insisto: Mathematica te resuelve las ecuaciones, pero no te dice cómo te las resuelve. Por lo tanto, siempre necesitarás tener instalado Mathematica. Siempre tendrás que pagar la licencia de uso de Mathematica. Paga, paga, paga y sigue pagando.

Y gracias a Mathematica, Stephen se hizo millonario. Y Conrad Wolfram, su hijo, es el director actual de la empresa, mientras el padre se dedica a sus "autómatas celulares". En la foto superior, la flor roja que sostiene en la mano es el logo de Mathematica.

Y ahora sí, esvolvamos a escuchar a Conrad Wolfram, como gurú educativo, cuando dice a las autoridades educativas del mundo, (que a él sí escuchan):

[...]Demasiadas horas de clase invertidas en aprender a calcular grandes divisiones y ecuaciones a mano. Ese es el gran fallo, según Wolfram, que apuesta por introducir la computación en las clases y dejar que sean las máquinas las que se encarguen del cálculo.[...]

Ya... Dejad que sean las máquinas las que calculen las ecuaciones. Dejad que sea mi programa, por el que pagaréis 3000€ la licencia. Que necesitaréis comprar hoy, mañana, siempre. Pagad, pagad y seguid pagando, capullos.(lo de "capullos" es cosa mía, me imagino que él dirá "fuckers", "losers" o algo así)

Volvamos, finalmente, a nuestro humilde profesor Fernando de la Cueva, con sus libros en papel, ya pagados. Que no pide nada. Que enseña a resolver ecuaciones. Que enseña conocimiento para que los estudiantes puedan ser libres, para que no tengan que pagar 3000 euros. ¡Qué osadía! ¡Qué atrevimiento! ¡Cuánta grandeza!