sábado, 8 de noviembre de 2014

You promised me Mars colonies. Instead, I got CEDRO

Hace tiempo que quiero escribir un post que refleje la sensación de decepción que siento al ver en qué se está convertiendo Internet, y la nostalgia por el espíritu de los años ochenta.

Recuerdo como en los años ochenta mi amigo Miguel y yo saboteábamos la caja de conexiones de Telefónica del edificio para obtener alguna línea de teléfono libre (sí, aquí libre significaba gratis) a la que conectar un módem y explorar las posibilidades de las BBS, las primeras páginas web (a base de carácteres ASCII) antes de que existieran las páginas web, antes de que existiera Internet.

Después todo fue muy rápido, las primeras tarifas planas, los primeros navegadores, el correo electrónico, Terra, Altavista, Google, las ADSL. Facebook, los smartphone...

¿Pero qué queda del espíritu innovador y revolucionario de los años ochenta? Es realmente decepcionante ver en qué se ha convertido Internet y la informática en general. Lo que tendría que haber sido una herramienta de revolución cultural (por primera vez en la historia de la humanidad tenemos la posibilidad de acceder a toda la cultura a un coste cero) se convierte, se pervierte, día a día en un espacio de banalidad consumista, controlado por enormes corporaciones que sólo piensan en hacer dinero.

Qué sentir si no cuando aparecen novedades como por ejemplo PhotoMath, una aplicación para móviles que resuelve ecuaciones con sólo fotografiarlas:



Es impresionante la enorme inversión tecnológica requerida para desarrollar esta aplicación: Analizar la imagen, convertirla en carácteres, convertir estos carácteres en una ecuación matemática, resolver la ecuación... Y todo para nada. Un ejemplo más de ciber-banalización cultural: “¡Hey! ¡Mira! ¡Una nueva cosa más que no tienes que aprender! ¡Waw! ¡A este paso pronto no hará falta saber nada! ¡Gracias Internet!”

Pero el ejemplo anterior es solo un ejemplo frívolo de algo más grande, más profundo.Os recomiendo la lectura del artículo “Why We Can’t Solve Big Problems” de Jason Pontin en la revista MIT Technology Review (Noviembre/Diciembre 2012). 

http://www.technologyreview.com/featuredstory/429690/why-we-cant-solve-big-problems/
La portada de la revista es ya demoledora y anticipa un artículo sensacional: Un primer plano del rostro envejecido y melancólico de Buzz Aldrin, el astronauta del Apolo11 que puso los pies en la luna en 1969, y una frase: “You Promised Me Mars Colonies. Instead, I Got Facebook”. Es la imagen de la decepción de ver en qué ha quedado el espíritu de la generación que puso un hombre en la luna. 




La revolución tecnológica de la segunda mitad del siglo XX se ha olvidado de resolver los grandes problemas de la humanidad pues la tecnología ha quedado en manos de grandes corporaciones económicas que sólo piensan en su interés económico.

Por ejemplo, no se trata de producir una vacuna contra el SIDA, sino de producir un producto para que los enfermos de SIDA (ahora “clientes”) tengan que comprar el resto de sus vidas siempre que tengan suficiente dinero para ello. No se trata ya de producir una mejor semilla de cereal, se trata de forzar a los campesinos (ahora “nicho de mercado”) a comprar un tipo de semilla patentada que resista mejor los fertilizantes y pesticidas químicos que la propia industra fabrica... Y así hasta la náusea.

En el mundo educativo y del aprendizaje en el que yo me muevo la decepción se manifiesta en ver que treinta años después el acceso a los contenidos culturales continua siendo un “Big Problem” sin resolver, por culpa de los intereses bastardos de instituciones empeñadas en impedir el acceso libre a la cultura.

En La Vanguardia del día 5/11/2014 aparece la siguiente noticia: “Condena a la UAB por las fotocopias para los alumnos”


Como suele pasar, el demonio está en los detalles, y la noticia en La Vanguardia, así en pequeño no muestra los detalles de lo que aparentemente es una honesta reivindicación de los autores de texto sobre sus legítimos derechos de autor.

En  www.diario.es encontramos un artículo “El tira y afloja entre los derechos de autor y el derecho a la educación” en el que se profundiza en este caso:


Y nos encontramos con una entidad llamada “CEDRO” que en la mejor tradición siciliana clásica,

a) Se autoproclama poseedora de todos los derechos de todos los autores existentes o imaginables, sin importar que muchos autores de los materiales que esta universidad cuelga en su campus virtual sean los propios profesores que deciden ofrecer estos materiales gratuitamente.(Ellos deciden que en realidad los profesores lo hacen bajo la coacción de los rectores, pues es de suponer que no les entre en la cabeza que nadie quiera compartir algo gratis si puede pedir algo a cambio).

b) Determina por su cuenta que el precio de estos materiales del campus virtual de la universidad son 5 euros al año por estudiante. ¿Y porqué 5 y no 10? ¿o 428? No se sabe. El principio del atracador es “esigí sin especificá” como diría Maki Navaja, “El último choriso”.

c) Que ellos mismos son los legítimos recaudadores de esta cantidad, sin que se sepa, claro está, cómo se va a repartir tanto dinero entre sus socios, si es que se reparte de alguna manera.

d) Y que si no se paga los cinco eurillos de ná, pues se “[...]obliga a la universidad a retirar de su campus virtual los textos que ofrece a los alumnos para su descarga directa[...]”. ¡De TODOS los textos!. Y sólo falta añadir “y que los universitarios tomen los apuntes con un puto boli BIC como se ha hecho toda la vida”.

Lo terrible del caso es que semejante institucion esté respaldada por los jueces y por el sistema político, cuando aún es reciente el nivel de corrupción y desverguenza torera que alcanzó la SGAE, otra institución recaudatoria de derechos de autor de infausto recuerdo.

 Lo terrible del caso es ver la cantidad de peajes se van poniendo en la autopista al futuro que era Internet.