lunes, 25 de enero de 2021

En el interior del burdel educativo

Me refería yo en una entrada anterior al profesorado como palanganeros el burdel educativo.
Y me gustaría volver sobre ello, porque tal vez las nuevas generaciones de profesores y profesoras ya desconocen ciertos conceptos, y porque el rigor exige solo hablar de las cosas que uno conoce, sin frivolidades.

Cuando hablamos de burdeles, sé de qué hablo.

Tendría yo unos catorce años cuando mi padre me llevó por primera vez al barrio chino de Barcelona. En una de las calles aledañas al Puerto. La Calle Reina Cristina. Ahora será una calle llena de restaurantes para turistas como todo el resto de Barcelona, pero aquello eran los años ochenta, la Barcelona preolímpica, y aquella calle era la calle del deseo.

Allí estaban ellas, detrás del escaparate de vidrio. En fila, una al lado de la otra, casi todas ellas maravillosas negras de senos hiperbólicos, y con un cartoncito con la lista de cosas que hacían, y el precio.

Porque la cosa iba de precios. De qué hacía cada una y a qué precio. 

- Venga, escoge una, que no tenemos toda la tarde.  Me decía mi padre, 

Total, a él con una de 500 pesetas le hubiera más que sobrado, pero yo quería más, vive Dios que quería más. Mucho más.

Daría todo por no ser tan de ciencias, por poder expresarte lo que sentía en aquel momento, aquel chaval pegado al cristal, sin pestañear siquiera, con los ojos de una a otra, con los ojos llenos de deseo.

Y era duro escoger entre tantas opciones. ¡Mira que había! Todas por 2000 o 2500 pesetas tenían trigonométricas, y los chavales pasábamos la calculadora a grados hexadecimales y soñábamos con ser marinos mercantes ¡Contramaestre, 21,543 grados a estribor!  ... y hacían todas logaritmos..., pero por 4000 0 5000 , ¡Oh, Dios! ¡Te pasaban a hexadecimal y binario! 

Que no te equivoques, eh, que no es como ahora, que yo con catorce años para pasar a binario, octal, decimal y hexadecimal no necesitaba más que cerrar los ojos, pero tener una calculadora científica era la ostia.

Los más mayores recordarán aquella calle del puerto de Barcelona, la calle de los bazares del puerto, donde se vendían las calculadoras científicas, donde compré mi primer ordenador Spectrum, y el primer vídeo VHS Amstrad... 

Pero han pasado cuarenta años de aquello, y seguimos pidiendo a los alumnos las mismas calculadoras CASIO. Y aquellos objetos tecnológicos de hace casi medio siglo son ahora objetos tecnológicamente anticuados. Sí, las calculadoras son objetos anticuados.

Cualquier chaval tiene en su bolsillo un teléfono móvil un millón de veces más potente, más versátil y con mejor pantalla que una calculadora CASIO. Y eso sin contar con productos on-line como "Wolfram Alpha".

La empresa CASIO (sobre)vive vendiendo productos anticuados porque los profesores de secundaria seguimos exigiendo en el día a día de nuestras clases el uso de este producto anticuado. Por pura inercia.

Incluso me atrevería a decir que es dañino, pues mata el cálculo mental, que es cada día más necesario.

¿De qué estaba hablando? Ah, sí, de burdeles educativos. De la marca CASIO y de las generosas ayudas económicas que da a las asociaciones de profesores de matemáticas. Sé de que hablo, que durante años fui secretario de ABEAM, la principal sociedad de profesores de matemáticas de Catalunya, y sé las generosas ayudas económicas que CASIO (a través de FLAMAGAS) ingresaba en ABEAM. 

Y así se entiende, vaya si se entiende, el encendido discurso pro-calculadoras que encontramos en la página web de FEEMCAT



Y en la página web de la Asociacion de Profesores de Matemáticas , toda ella llenita de... logotipos de CASIO:


Y así seguirá todo, mientras CASIO siga pagando por seguir manteniendo en el mercado un producto, las llamadas "calculadoras científicas" totalmente obsoleto. Y la prueba de matemáticas seguirá siendo un examen que gira alrededor de la calculadora científica CASIO, porque si no fuera por ello, CASIO se tendría que comer las calculadoras que fabrica. ¿O es que alguien cree que un ingeniero o ingeniera todavía usa calculadora científica?

No te equivoques, no es pedagogía, es una pura cuestión de dinero.