lunes, 23 de marzo de 2020

Austeridad

Y todavía me preguntas qué es la antididáctica. Yo te lo digo.

Falleció mi madre el pasado día 5. El sábado 7, en una sencilla ceremonia, improvisé un pequeño homenaje a su persona.

¡Hubiera merecido tantos!

En clave feminista, aunque, condenada a perpetua condición de "ama de casa", quede fuera del canon feminista actual.

O como ejemplo para todos en su lucha contra el cáncer, protagonista serena, digna y valiente, desde el primero hasta el último día.

Y sin embargo, en aquel momento me dio por agradecerle la herencia que me ha dejado: Su sentido de la austeridad. Una austeridad castellana, saber vivir con poco dinero. El valorar las cosas. El usar los folios por las dos caras. El gastar el lapicero hasta el final. El acabar el plato. Las rodilleras...

Mi madre nació y pasó su niñez en un pueblecito aislado del norte de Guadalajara, en plena posguerra. Estudiado a la luz de un quinqué de aceite, con catorce años ya estaba de "interina" en una casa bien de Madrid.

La austeridad como principio moral. ¡Qué difícil es transmitirlo! Mi sobrina Alba, con cinco años, tiene más juguetes y cachivaches electrónicos que yo tuve en toda mi vida.

Austeridad. ¡Cómo explicártelo! Mi madre pasó sus últimos días en la butaca, distraída viendo vídeos de youtube. En el entierro de mi madre recordé uno que la emocionó especialmente: La vida y milagros de Cuerpo Azucar, el hojalatero de los pueblos de la zona del Alto Rey, los alrededores de Bustares.


De una lata de aceitunas del suelo te hacía un jarrillo, y con la tira que sobraba del asa te hacía un silbato "chiflo" para el niño ¡Y el que ganaba dinero tenía que invitar a vino! ¡y escapar de misa para quitar tordos del tejado de la ermita!

Yo, como matemático, hago como el hojalatero Cuerpo Azucar: Yo busco problemas matemáticos, y con mis manos los limpio, los ordeno, y los comparto. Hago lo que puedo.
Te hago un cono. Con un trozo de chapa  16:29 o con Mathematica 12.0 ¡Qué importa eso!
Así de sencillo. ¡Se puede hacer, aprender y enseñar tanto! ¡Se necesita tan poco! Solo se necesita silencio y tiempo. Yo no necesito gurús pedagógicos que me lleven al conocimiento, que me vendan el acceso al conocimiento. Yo, el conocimiento, lo cojo del suelo, lo encuentro entre las piedras, y en el tejado de la ermita. El conocimiento está en los libros. No necesito intermediarios, gracias.

La matemática es la austeridad del conocimiento. Hacer matemáticas es como hacer un silbato con un trozo de lata. ¿Pero quién valora hoy eso?

Enterré a mi madre y días después llegó la pandemia del coronavirus. Y se cerraron las escuelas. Y todo el profesorado va loco intentando dar clase por videoconferencia y no sé cuantas más chorradas tecnológicas. Porque nuestros jóvenes ¡ni siquiera los universitarios! saben lo que es coger un libro, sentarse y leerlo. Mira que es fácil, pues no saben qué es leer algo y pensar luego sobre ello. Creen, en serio, que los libros son cosa de antaño, como el Cuerpo Azucar, hojalatero.

Que qué es la antididáctica. Es ser consciente de que, cuanta más pedagogía, más lejos queda el conocimiento.

viernes, 6 de marzo de 2020

Frustración: Principios y funcionamiento. Gestores de la frustración

Esto va de frustración. De la gestión de la frustración y de los gestores de la frustración.

En política, la gestión de la frustración se llama nacionalismo.

Hace unos ocho años los catalanes vimos que Europa iba saliendo de la crisis mientras que nosotros seguíamos en ella: Frustración. Y los políticos (ciertos políticos) cogieron toda esa frustración colectiva, y con la levadura metafísica del “derecho a la autodeterminación”  amasaron el pan nuestro de cada día llamado “procés”. Que a su vez genera más y más frustración en todas sus facetas: Odio, rencor, reproche…

En educación, la gestión de la frustración se llama pedagogía. (o didáctica).

La vida de todo individuo se divide en dos partes claramente diferenciadas: Mientras crees que la vida te va a dar todo lo que te mereces, y a partir del momento en que adquieres conciencia que no va a ser así. Que no vas a tener el sueldo que mereces, ni vas a viajar tanto como quisieras. Frustración.
¡Y mira que, aun así, la vida es hermosa! Se pueden hacer tantas cosas, aprender tanto, tener tantas experiencias maravillosas…
Pero ahí están: Los “expertos en educación”, que gestionan y alimentan la frustración. ¿Qué te ves obligado a trabajar en un Aldi? ¡Pero tu hijo será un maravilloso violinista con cinco años gracias a la neurociencia!
¿Qué encadenas trabajo precario, uno tras otro? ¡Pero tu hijo tiene un talento especial! ¡Que sí, ya verás! Y si no la culpa es tuya, por no haberlo educado en Mindfullmindness, coaching o “educación emocional”.

Frustración que genera más y más frustración. Que alimenta la maquinaria pedagógica, hasta hacerse institucional. Y llega un día en el que aparece la ministra de Educación del país, presenta la nueva ley educativa, y leemos en “El País” cosas del calibre de:

[…]La ministra ha señalado que el alumnado, “sea cual sea el talento con el que entra en el aula”, tendrá que salir con “el mismo valor diferencial” del centro educativo. “No puede haber segregación en el acceso [a los centros] ni en la salida, no se puede discriminar a los alumnos en diferentes itinerarios segregadores, ni socioeconómicos ni de otra naturaleza”, ha manifestado.[...]

Esto no significa nada. Absolutamente nada. Es como hablar de las propiedades nutritivas del agujero del donut. Es el resultado de la frustración institucional de un Estado que es incapaz de gestionar un mercado laboral sujeto a las leyes capitalistas más salvajes, que obliga a nuestros jóvenes a sobrevivir en una precariedad  terrible. Una frustración que se pretende drenar haciendo del sistema educativo lo que no es ni puede ser, generando más y más frustración en la sociedad. ¿Que con tres másteres estás limpiando aluminio en un restaurante? ¡Claro, tu educación no fue competencial!

No existe nada parecido a “salir con el mismo valor diferencial [en talento] del centro educativo”.  Y esto lo sabe ella, lo sabe el “experto” que le escribió el texto, y lo sabe todo el mundo.

La antididáctica es liberación. Es liberación de toda esta mierda, siguiendo el principio andaluz de "en mi miseria mando yo". Que no te utilicen. No dejes que alimenten tu frustración. No dejes que se alimenten de tu frustración.

P.D. Otra válvula de escape es la ironía, el "echar unas risas" de toda la vida, como el vídeo que comparten algunos alumnos del máster de educación (!), al más puro estilo "Pantomima Full":