jueves, 22 de marzo de 2018

Cotidianas



Cotidianas


Si nuestros abuelos pudieran levantar la cabeza siquiera para convivir de nuevo con nosotros unos días, habrían de volverse á morir del pasmo de conocer el progreso humano en estos últimos cincuenta años.

Les encantaría el viajar en tren, en tranvía ó en automóvil, y por mar en rápido y lujoso steamer; subir á un cuarto piso en ascensor; se admirarían de ver las espléndidas iluminaciones urbanas y las cómodas instalaciones domésticas de la electricidad que da calor, luz y fuerza motriz para mil pequeños usos; se maravillarían de oír un fonógrafo ó una pianola, artificios que atribuirían á arte de encantamiento; se sorprenderían de ver resueltos los entonces arduos problemas de la navegación aérea y submarina; atribuirían á brujería el poder comunicar á centenares de leguas por medio de un sencillo hilo telegráfico ó telefónico, y su sorpresa subiría de punto al poderse comunicar desde tierra con un buque en alta mar.

Se encantarían en un cine al ver moverse las figuras, ellos que tuvieron por gran adelanto los primeros pasos del arte fotográfico. y les caería la baba al conocer los progresos verdaderamente notables de la Industria, de la Mecánica, de la Biología, de la Cirugía, de la Química.

Supondrían muy lógicamente que todos estos progresos y adelantos realizados en interés del hombre, para su comodidad, para su recreo y para defensa y salvaguardia de su vida, misma, habrían atenuado tos sufrimientos y disminuido la mortandad entre el género humano, que habría desterrado definitivamente. las guerras fratricidas.

Y al decírseles que hace cuatro años se están matando entre sí millones de hombres, preguntarían contristados, cómo, en medio de  tanto alarde de civilización y cultura, la diplomacia no ha adelantado un paso en medio siglo.

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