Cotidianas
Si nuestros abuelos pudieran levantar la
cabeza siquiera para convivir de nuevo con nosotros unos días, habrían de
volverse á morir del pasmo de conocer el progreso humano en estos últimos
cincuenta años.
Les encantaría el viajar en tren, en tranvía ó
en automóvil, y por mar en rápido y lujoso steamer; subir á un cuarto piso en
ascensor; se admirarían de ver las espléndidas iluminaciones urbanas y las
cómodas instalaciones domésticas de la electricidad que da calor, luz y fuerza
motriz para mil pequeños usos; se maravillarían de oír un fonógrafo ó una
pianola, artificios que atribuirían á arte de encantamiento; se sorprenderían
de ver resueltos los entonces arduos problemas de la navegación aérea y
submarina; atribuirían á brujería el poder comunicar á centenares de leguas por
medio de un sencillo hilo telegráfico ó telefónico, y su sorpresa subiría de
punto al poderse comunicar desde tierra con un buque en alta mar.
Se encantarían en un cine al ver moverse las
figuras, ellos que tuvieron por gran adelanto los primeros pasos del arte
fotográfico. y les caería la baba al conocer los progresos verdaderamente
notables de la Industria, de la Mecánica, de la Biología, de la Cirugía, de la
Química.
Supondrían muy lógicamente que todos estos
progresos y adelantos realizados en interés del hombre, para su comodidad, para
su recreo y para defensa y salvaguardia de su vida, misma, habrían atenuado tos
sufrimientos y disminuido la mortandad entre el género humano, que habría
desterrado definitivamente. las guerras fratricidas.
Y al decírseles que hace cuatro años se están
matando entre sí millones de hombres, preguntarían contristados, cómo, en medio
de tanto alarde de civilización y
cultura, la diplomacia no ha adelantado un paso en medio siglo.
E. O.
¡Qué sociedad más fría!
Cien años después:
¡Qué sociedad más fría!
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