La felicidad la da el conocimiento concreto. Qué conocimiento no importa, pero en lo concreto. En saber cerrar con estaño el culo de un puchero o en saber calcular la trayectoria de un cometa en su interacción con Júpiter. Pero en lo concreto.
Mientras que las generalidades son neurosis, enfermedad mental. En estos momentos en Catalunya cada catalán se siente responsable del futuro «en general» de los 7.499.999 catalanes restantes, pero así, «en general». Estamos llegando al ratio de salvapatrias por metro cuadrado más alto del mundo. En una espiral de neurosis, frustración, hybris.
De Cuerpo Azucar aprendemos por puro contacto, basta sentarse a su lado en el poyete. En un mundo en el que la «pedagogía» y su pestilencia generalista no existe, el conocimiento no se adquiere, el conocimiento se adhiere. No es que aprendas, es que no puedes dejar de aprender. No es que bebas, es que te mojas. Hasta sus zapatos rotos nos enseñan lo esclavizados que estamos en nuestro consumismo.
Cuerpoazucar daba a los chiquillos silbatos a cambio de latas vacías, y con la latas hacía jarillos, y de los jarillos ganaba para comprar estaño en barra. Y con el estaño arreglaba el pendiente de la señora a cambio de un trozo de jamón. Cuerpoazucar es libre, porque es dueño de su conocimiento y de su trabajo.
- Póngame una gota de estaño en este pendiente.
- Deme usted un poco de jamón, señora.
- ¡El jamón es mío!
- ¡Pues el estaño es mío!
Dicen que ha muerto Stephen Hawking, y yo que soy licenciado en matemáticas no sé ni pronunciar bien su nombre. Dicen que estudió las leyes que rigen el tiempo y el espacio, el universo entero, pero así, en general, sin entrar en detalles. Y no diré que no, pues todo conocimiento es valioso, pero Cuerpoazucar nos habla de los tordos del tejado de la ermita, de las arrobas de vino de las fiestas, de los candiles de los carros, de la siega en agosto... Nos enseña a vivir.
Y bien por Pedro por dedicarse a recoger todos estos testimonios y compartirlos.
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