¿Te he hablado de mi amigo Adolfo?
Profesor de secundaria, como yo. Implicado en la educación pública, beligerante, militante, luchador incansable por un sistema educativo público de calidad.
¡Cuántas conversaciones habremos tenido él y yo! Que si la secundaria se hunde, que si las autoridades educativas son una manada de ineptos y aprovechados, que si hay que resistir...
Resistir, resistir, resistir...
Me lo dijo a finales de mayo (¡Qué callado te lo tenías!) que había sido liberado por un sindicato de profesores. Como mínimo un año sin dar clases, para luchar por nuestros derechos como gremio. Como mínimo, un año sin entrar en un aula. A los exiliados por la vía sindical se les llama "liberados". Pasó el otro día por la sala de profes, a vernos. Se le veía no sé, distinto, relajado, con el cutis más terso, más luminoso. Y yo me alegro por él.
¿Te he hablado de mi amigo Rodolfo?
Profesor de secundaria de Madrid. Siempre en la pública, siempre luchador, siempre implicado por una educación de calidad. Pasé con él y su familia unos días de agosto en la zona de Atienza, en el norte de Guadalajara.
Las conversaciones entre dos profesores son tan inevitables como predecibles: Yo que si la cosa está cada día peor, que todo se derrumba, que los niveles educativos son pésimos, que cada día son más los problemas no académicos a los que debemos enfrentarnos, que a mi nadie me ha formado para ser ni psicólogo infantil, ni educador social ni terapeuta emocional ni coaching... Y él que no, que no, que no, que hay que ser "50% profesor y 50% psicólogo", que es lo que la sociedad te nos exige...
Exigencia, exigencia, exigencia...
Un día después le llega un email del Ministerio. Le han concedido una plaza de profesor en la red de escuelas públicas en el extranjero, en la de Londres. Con un sueldo de 7000 euros al mes, durante los próximos siete años (renovables) estará dando clase a a los hijos del cuerpo diplomático y empresarios españoles afincados en Londres. Con una implicación profesional cero: Estudiantes pijos de vida regalada. Una nueva vida llena de posibilidades para él y para sus dos hijos.
Es el relato educativo de los tiempos que corren, un relato de exilios y exiliados, de una guerra perdida.
Y de los que aún se niegan a aceptarlo, de los que aún creen que la guerra no ha acabado, de los que aún creen que no la hemos perdido. Para ellos el camino es aún más largo.
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