domingo, 2 de octubre de 2016

La mejor lección del año

Todo nuevo marco social exige un modelo escolar en consonancia. La unificación nacional italiana a mediados del siglo XIX impulsó un modelo escolar nacional que Edmondo de Amicis reflejó maravillosamente en su obra “Cuore”. El valor del esfuerzo y del sacrificio personal, la lealtad, la solidaridad, la superación de los prejuicios regionales, el respeto a la autoridad... cada capítulo y cada página de esta deliciosa novela es una lección moral, un modelo de las virtudes cívicas exigidas a los jóvenes de la nueva Italia unificada por Garibaldi.

Y si la unidad territorial exigió una unidad cultural y, sobre todo, un nuevo y mayor grado de autoexigencia ciudadana, un nuevo marco de derechos y deberes, es natural pensar que en la España actual, en su acelerado e imparable proceso de fragmentación y ruptura (que no de destrucción), también lleve parejo una revolución cultural y educativa consecuente.

Y si la fragmentación es lo contrario a la unidad, y si los valores propios de la unidad fueron el esfuerzo y sacrificio personal, el respeto a la autoridad, etc etc... Es natural pensar que el proceso fragmentario español llevará consigo una lista de valores opuestos: Todo lo contrario del esfuerzo personal, todo lo contrario del respeto a la autoridad, todo lo contrario al aprendizaje de conocimientos comunes nacionales... Sólo hace falta mirar lo que allí se promocionaba... y hacer justo lo contrario.

El proceso de fragmentación nacional de España no es sólo territorial, es mucho más profundo. El gobierno catalán acaba de promulgar por quinto año consecutivo la inminente independencia de Catalunya. Por una pura ley de ensayo y error, tarde o temprano lo conseguirán. En Italia, ese mismo fenómeno separatista, el de la Liga Nord para la independencia de la Padania, fue neutralizado gracias a la aparición de los casos de corrupción y malversación de fondos que salpicaron a su líder, Umberto Bossi. En España esta misma estrategia de airear la corrupción separatista, en este caso de la familia Pujol, no ha tenido el mismo éxito, pues  en España la corrupción es generalizada. Sin integridad no hay autoridad moral.

Ya sólo nos falta escribir el Anti-Cuore español: una obra literaria de la vida escolar modelo y reflejo de los valores de la fragmentación española. Lo encontramos (fragmentado, es lógico) día a día en los medios de comunicación. Por ejemplo, en el debate televisado del programa “Millenium” de La 2 de Televisión Española, un debate muy interesante, dentro de la decencia del mínimo equilibrio entre puntos de vista diferentes gracias a la presencia del profesor de música Alberto Royo, defendiendo los valores del aprendizaje tradicional.



De este debate destacaría sobre todo cómo se planteó uno de los valores más importantes de la “nueva educación”: el trabajo colaborativo, que se corresponde por negación directa al valor tradicional del “esfuerzo individual”.

Minuto 33: El profesor Alberto Royo defiende el poder del esfuerzo personal por encima de las supuestas excelencias del trabajo colaborativo:


El debate queda equilibrado en una cuestión de matiz, en el grado de individualidad del alumno con el que se enfrenta al aprendizaje. Pero ¡Atención! el moderador deja de ser moderado, ¡el árbitro pita penalti! y plantea a bocajarro al profesor Royo un problema concreto, una situación “real”:


La situación: No sólo un alumno interrumpe al profesor en su explicación, sino que además esta interrupción consiste en un grave insulto racista a un compañero suyo. El profesor Royo sale muy bien parado de esta encerrona: Aquel alumno debe salir inmediatamente de clase, claro, pero no dice en ningún momento la palabra maldita “expulsión”, un tabú de la “nueva pedagogía”.

Pero el gurú de la nueva educación, un tal Pepe Menéndez de “Jesuïtes Educació”, quiere sangre, quiere ser más que el profesor tradicional. El siguiente diálogo es antológico:

GURÚ: ¿No crees que también es un problema del grupo? Es decir ¿Tú lo reducirías a ‘voy a hablar con él a ver si él cambia’ o ‘voy a hablar con el grupo’
PROFE: Sí, primero hablaría con él, luego ya, sí bien...
GURÚ: Pero fíjate, como ya estaba seguro, je je, pero fíjate lo que haces, es el aprendizaje individual y el aprendizaje social, forman parte de un potencial muy fuerte, no lo podrías resolver individualmente, porque su conflicto no es individual.
PROFE: Yo lo único que defiendo es que el aprendizaje en equipo no substituye el aprendizaje individual...


Gracias a estos gurús, el insulto y la agresión verbal racista se convierte en materia educativa. La interrupción ahora es participación. Lo que el maleducado tiene en la cabeza, pasa por encima de la asignatura común. Nadie piensa en ningún momento en la materia de música, el do-re-mi-fa, naturalmente ¡No sólo somos profesores!, pero tampoco en la humillación del chico magrebí agredido, que no sólo ve impune a su agresor, sino que ve cómo su agresión se convierte “en trabajo de grupo”. ¿Acaso seríamos igualmente condescendientes y dialogantes si en vez de un insulto racista a un “moro” fuera un insulto homofóbico o sexista? ¿O por el contrario apelaríamos al principio de “Tolerancia Cero”? ¡Tampoco somos ciudadanos! A los matemáticos nos encantan las simetrias y las asimetrias ¿Y si fuese al revés, y si un grupo de "moros" interrumpiera la clase al "españolito" al grito de "El Andalus es nuestro"?

Finalmente, como es habitual en la "nueva educación" lo grupal como coartada para el abandono de las responsabilidades individuales, la del alumno y la del profesor.

Les invito a leer un fragmento del Coure de Amici donde aparece una situación semejante. Que cada cual compare y extraiga sus conclusiones.

[...]Ayer por la mañana Nobis disputó con Betti, uno de los más pequeños, hijo de un carbonero, y no sabiendo ya qué replicarle porque no tenía razón, le dijo:
-Tu padre es un andrajoso.
Betti se puso encarnado y no dijo nada; pero se le saltaron las lágrimas, y, cuando fue a su casa, se lo contó a su padre; y el carbonero, hombre pequeño y muy negro, fue a la clase de la tarde con el muchacho de la mano, a presentar sus quejas. Mientras el maestro lo escuchaba, como todos guardábamos silencio, el padre de Nobis, que le estaba quitando la capa a su hijo, como de costumbre, oyó desde el umbral de la puerta pronunciar su nombre y entró a pedir explicaciones.
-Es este señor –respondió el maestro- que ha venido a quejarse porque Carlos, el hijo de usted, dijo a su niño: “Tu padre es un andrajoso”.
El padre de Nobis arrugó la frente y se puso algo encarnado. Después preguntó a su hijo:
-¿Has dicho esas palabras?
El hijo, de pie en medio de la escuela, con la cabeza baja delante del pequeño Betti, no respondió. Entonces el padre lo agarró de un brazo, lo hizo avanzar más hacia Betti, hasta tal punto que casi se tocaban, y le dijo:
-Pídele perdón.
El carbonero quiso interponerse, diciendo: “No, no”, pero el señor no lo consintió y volvió a decir a su hijo:
-Pídele perdón. Repite mis palabras: “Yo te pido perdón por las palabras injuriosas, insensatas, innobles, que dije contra tu padre, al cual el mío se honra mucho en estrechar la mano”.
El carbonero hizo el gesto resuelto de oponerse, pero el señor sostuvo su mandato, y su hijo dijo lentamente, con voz cortada, sin alzar los ojos del suelo:
-¡Yo te pido perdón… por las palabras injuriosas…, insensatas…, innobles… que dije contra su padre, al cual el mío… se honra mucho en estrechar la mano!.
Entonces el señor dio la mano al carbonero; éste se la estrechó con fuerza, y después, de un empujón repentino echó a su hijo en brazos de Carlos Nobis.
-Hágame el favor de ponerlos juntos –dijo el caballero al maestro. Éste puso a Betti en el banco de Nobis. Cuando estuvieron en su sitio, el padre de Carlos saludó y salió.
El carbonero se quedó un momento pensativo, mirando a los dos muchachos; después se acercó al banco y miró a Nobis con expresión de cariño y reconocimiento, como si quisiera decirle algo, pero no dijo nada; alargó la mano para hacerle una caricia, pero tampoco se atrevió, contentándose con tocarle la frente con sus toscos dedos. Después se acercó a la puerta, y volviéndose una vez más para mirarlo, desapareció.
-Acordaos bien de lo que habéis visto –dijo el maestro-. Ésta es la mejor lección del año.[...]


¿Acaso puede haber más "trabajo colaborativo”? El maestro, los dos alumnos, sus padres respectivos y toda la clase detrás mirando atentamente, en la mejor lección del año.

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