El último anuncio de la multinacional
Nestlé es alucinante: Utilizar y reivindicar la imagen de la madre
“mala” que hace comer a su hijo la verdura... para vender un
potingue químico azucarado que es la pura antítesis de una sana
alimentación.
El niño,con la boca llena de verdura, diciéndole "mala" a su madre. Hace años, al niño le hubiera caído un buen "batido"...
Y todo esto para vender un producto
“Meritel Junior” que es exactamente la antítesis de todo esto:
Un batido hiperazucarado, carísimo, totalmente artificial pero de
intenso sabor para “compensar” precisamente las carencias
vitamínicas que tengan los niños que no comen las verduras.
Por un lado tenemos una alimentación
“tradicional”:
- Obligación, disciplina de comer verduras (poco sabor, o sabor desagradable al niño).
- Producto barato no industrial basado en el mercado de proximidad.
- Cultura alimenticia basada en los padres y los valores familiares.
- Recetas “de toda la vida” sencillas (cocidas, salteadas, crudas)
- Contenido rico en vitaminas naturales.
Por otro lado tenemos el batido “Meritel”:
- No se necesita obligar, no se requiere disciplina de “sentarse a la mesa” (Sabor intensísimo hiperazucarado)
- Producto carísimo industrial de una multinacional.
- Cultura alimenticia basada en expertos nutricionales.
- Sin preparación: solo hay que echar agua.
- Contenido en vitaminas artificiales.
Dos formas de entender la alimentación
diametralmente opuestas, pero que gracias a la “magia” de la
publicidad se mezclan y justaponen frenéticamente hasta generar el
mensaje deseado por la empresa: “Si quieres alimentación sana...
compra potingues industriales”.
En la educación actual pasa lo mismo
con las “competencias básicas”.
Por un lado tenemos el aprendizaje
“tradicional”:
- Obligación, disciplina por parte del alumno en aprender conceptos, contenidos.
- Materiales didácticos baratos, de hecho actualmente a un coste cero, totalmente amortizados después de años y años.
- Formas de enseñar “de toda la vida”, la lección magistral, con participación activa de los padres.
- Asignaturas llenas de contenidos culturales
Por otro lado tenemos el substituto del
“aprendizaje competencial”:
- Los contenidos se aprenden "sin esfuerzo", “entran solos” (alumnos “hipermotivados”)
- Materiales didácticos carísimos, en manos de multinacionales editoriales que sólo ellas saben qué hay que explicar y que cambian constantemente.
- Formas de enseñar “revolucionarias” que sólo los "expertos" parecen conocer.
- Destrucción total de la división en asignaturas: Los contenidos se aprenden en un batido informe: “aprendo cualquier cosa en cualquier momento en cualquier asignatura”...
Y sobre todo una campaña mediática
brutal para imponer la idea de que la enseñanza basada en
competencias es la única posible, sin la más mínima posibilidad de
la más mínima posición crítica: El aprendizaje tiene que ser para el
niño como el darle un batido hipervitaminado e hiperazucarado
industrial. Todo lo demás es la tortura infantil de comer verduras.
La Vanguardia del 23/9/2015 lleva un
editorial sobre educación:
en la que podemos leer:
[...] La OCDE define las
competencias (o habilidades) como el conjunto de conocimientos,
capacidades y atributos que toda persona puede adquirir y que le
permiten desempeñar de forma adecuada y consistente una determinada
actividad o tarea, susceptibles de desarrollarse y ampliarse
posteriormente a través del aprendizaje[...]
Es la OCDE, una institución
internacional de carácter marcadamente neoliberal, la que define las
competencias. En realidad no es una definición, puesto que
habilidades, conocimientos, capacidades y atributos que toda persona
puede adquirir y que le permiten desempeñar de forma adecuada y
consistente una determinada actividad o tarea, susceptibles de
desarrollarse y ampliarse posteriormente a través del aprendizaje...
Es cualquier cosa, es todo. A ver quien es el guapo que es capaz de
decir qué no es un conocimiento, capacidad o atributo que toda
persona puede adquirir y que le puede permitir en algún momento
desempeñar de forma adecuada... bla, bla, bla...
Es decir, hasta aquí estaríamos
hablando de un ejemplo más de retórica pedagógica tan pomposa como
vacía, típica de la didáctica, nada más.
Pero el editorial continua:[...] Las
competencias, en un mundo tan acelerado tecnológicamente como el
actual, se han convertido en el elemento impulsor clave del éxito
económico y del bienestar personal en el siglo XXI, en la medida que
impulsan la productividad y el empleo de calidad[..]
Un mensaje que serviría igual para vender un producto educativo, un complemento vitamínico o una bebida energética.
Hasta ahora, “el elemento impulsor
clave del éxito económico y del bienestar personal en la medida que
impulsan la productividad y el empleo de calidad” tenía un nombre:
se llamaba Cultura. Y las personas se dividían en cultas e incultas.
Y la cultura es adquirir conocimientos, con estudios, con
asignaturas, mediante esfuerzo y disciplina personal.
Pero ahora no, ahora hay que vender el
nuevo producto “competencial” basado en la negación absoluta del
esfuerzo del alumno (productos didácticos motivadores,
“hiperazucarados”). Y para venderlo hay que mezclarlo bien
mezclado con un montón de conceptos que más bien son deseos,
resortes emocionales: “bienestar personal”, “éxito económico”,
“productividad”, “empleo de calidad”... ¿Quién puede
rechazar todo esto? Como diría Groucho Marx, yo quiero todo esto...
¡y dos huevos duros!
Me pregunto cuales son los referentes
educativos para este nuevo escenario de “bienestar personal”
basado en el “éxito económico” y la “productividad”. Ya no
serán, esto está claro, las personas cultas, los sabios, no. Serán
individuos como los ingenieros y directivos de la multinacional
Volkswagen, que manipularon durante años los motores de los
automóviles que fabricaban para engañar los sistemas de medición
de humos contaminantes, para mayor gloria del “éxito económico”
y la “productividad” de la compañía. Propongo traer a estos
ingenieros y directivos a nuestras escuelas e institutos para que
compartan con todos nosotros, profesores y alumnos, sus "competencias
y habilidades", para que nos hablen de su altísimo nivel de
competencia y sobre todo de su sin duda altísimo nivel de “bienestar
personal” alcanzado. Todo un ejemplo para nuestros jóvenes.Un mal ejemplo.
Competencias, habilidades y talento. La palabrería básica para el éxito económico de los nuevo traficantes de seres humanos.
ResponderEliminar