Las editoriales producen los mismos libros de texto del siglo pasado, un producto educativo que absolutamente todo el mundo no duda en declarar desfasado y obsoleto. Incluso las mismas editoriales lo reconocen, pero se justifican diciendo que somos nosotros los profesores los que demandamos estos libros, se defienden diciendo que somos nosotros, no ellos, los que no hemos hecho aún el salto a la modernidad.
Mientras nuestros alumnos disponen en sus móviles de una potencia de cálculo muy superior a la de cualquier ordenador de sobremesa de hace pocos años, en nuestras clases de matemáticas seguimos utilizando las mismas calculadoras Casio que usábamos hace más de veinte años. ¿Adivinan quién tiene la culpa? El profesorado, cómo no.
La semana pasada encuentro en el muestrario de calculadoras Casio del Corte Inglés este modelo:
De entre todas las calculadoras, más baratas o más caras, ésta es según Casio, la "recomendada por el profesorado". Porque (ay!) "visualiza las fórmulas como en los libros de texto de matemáticas".
Un producto totalmente desfasado como es la calculadora científica se vende porque se adapta a otro producto igualmente desfasado como es el libro de texto, y todo a costa de la figura del profesorado, que queda como un mero transmisor de las "fórmulas", del libro a la calculadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario