domingo, 15 de octubre de 2017

Proyecto Pedralbes

Digo yo que alguna cosa habremos hecho bien los catalanes para haber merecido recibir de la santísima providencia ese regalo divino en forma de partido político llamado “las CUP”.

“Las CUP”, que en su anterior etapa municipalista destaparon tantos casos de corrupción en Catalunya, en su actual versión nacional se han crecido, se han venido arriba, y se atreven a enmendar a Marx y aquel rancio “¡proletarios del mundo unios!”. Que no, que lo que tienen que hacer los proletarios no es unirse, sino autodeterminarse.

En su último comunicado oficial exigen al presidente Puigdemont una ruptura sin paliativos con el Estado Español y la proclamación inmediata de la República Catalana.

Puestos a decir disparates, propongo a las CUP considerar la posibilidad de dotar a Catalunya de la bomba atómica, como Pakistán o Corea del Norte.


Naturalmente sólo como elemento puramente disuasorio, para romper la correlación de fuerzas.

(Por cierto, qué manía con referirnos siempre a los países nórdicos, que si Noruega por aquí, que si Finlandia por allá, que si Bélgica eso, que si Dinamarca lo otro... pero ¡ay! nadie nombra nunca el caso del “Sahara español” y el Frente Polisario. Qué invisibles son, qué racistas somos, y qué triste es todo)

A lo que iba. Para que Catalunya se pudiera dotar de su propia bomba atómica necesitaría su propio proyecto “Manhattan”, al que propongo llamar “Projecte Pedralbes”.

Y para desarrollar un proyecto tecnológico de tal magnitud necesitaría científicos, muchísimos científicos trabajando dentro del país. Muchísima tecnología, muchísima ciencia propia.

Y para desarrollar toda esta cultura científica se necesitan matemáticas. Matemáticas sólidas, potentes, una educación matemática nacional de primerísima calidad. Que es justo todo lo contrario de lo que se está haciendo ahora y lo que se pretende hacer en el futuro, con este currículum “competencial” patético, penoso, ridículo, infantil.

Proclama la CUP en su comunicado: “La gent és l’única estructura sòlida que té aquest país”, “La nostra força és la gent”...

No. La fuerza de un país es su nivel cultural, y su tesoro más valioso es un sistema educativo sólido, basado en contenidos, y que fomente el valor del mérito, el esfuerzo y la superación personal.

Un sistema educativo como el nuestro, que se degrada a marchas forzadas ante nuestros ojos, es garantía de una total dependencia.

P.D. El comunicado de la CUP especifica: “La gent és, també, la que va anar a votar perquè ho tenia previst; La que va votar SÍ i la que va votar NO; però també qui no ho va fer per por”.

(“La gente es, también, la que fue a votar porque lo tenía previsto; la que votó que SÍ y la que votó NO; pero también quien no lo hizo por miedo”)

¡Vaya! Resulta que yo, para la CUP, no soy gente.


Os dirán que el renacimiento contemporáneo de Cataluña empieza en tal o cual aventura política, en el "cierre de cajas", en la "campaña de los cuatro presidentes" o en cualquiera otra majadería por el estilo. No. Hay que ver más hondamente las cosas. La historia del renacimiento contemporáneo en Catalunya empieza el día en que Juan Palau, de vuelta de Alemania, rico, artista -tal vez por inclinaciones voluptuosas de temperamento, indolente-, dijo con decisión a su familia y a sus amigos, admirados, que "quería ser maestro de escuela".

Eugeni d'Ors, 1918

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