Hace tiempo que quiero
escribir un post que refleje la sensación de decepción que siento al ver
en qué se está convertiendo Internet, y la nostalgia por el espíritu de los años ochenta.
Recuerdo como en los años
ochenta mi amigo Miguel y yo saboteábamos la caja de conexiones de
Telefónica del edificio para obtener alguna línea de teléfono
libre (sí, aquí libre significaba gratis) a la que conectar un
módem y explorar las posibilidades de las BBS, las primeras
páginas web (a base de carácteres ASCII) antes de que
existieran las páginas web, antes de que existiera Internet.
Después todo fue muy
rápido, las primeras tarifas planas, los primeros navegadores, el
correo electrónico, Terra, Altavista, Google, las ADSL. Facebook,
los smartphone...
¿Pero qué queda del
espíritu innovador y revolucionario de los años ochenta? Es
realmente decepcionante ver en qué se ha convertido Internet y la
informática en general. Lo que tendría que haber sido una
herramienta de revolución cultural (por primera vez en la historia
de la humanidad tenemos la posibilidad de acceder a toda la cultura a
un coste cero) se convierte, se pervierte, día a día en un espacio
de banalidad consumista, controlado por enormes corporaciones que
sólo piensan en hacer dinero.
Qué sentir si no cuando
aparecen novedades como por ejemplo PhotoMath, una aplicación para
móviles que resuelve ecuaciones con sólo fotografiarlas:
Es impresionante la enorme
inversión tecnológica requerida para desarrollar esta aplicación:
Analizar la imagen, convertirla en carácteres, convertir estos
carácteres en una ecuación matemática, resolver la ecuación... Y
todo para nada. Un ejemplo más de ciber-banalización cultural:
“¡Hey! ¡Mira! ¡Una nueva cosa más que no tienes que aprender!
¡Waw! ¡A este paso pronto no hará falta saber nada! ¡Gracias
Internet!”
Pero el ejemplo anterior es solo un ejemplo frívolo de algo más grande, más profundo.Os recomiendo la lectura
del artículo “Why We Can’t Solve Big Problems” de Jason Pontin
en la revista MIT Technology Review (Noviembre/Diciembre 2012).
http://www.technologyreview.com/featuredstory/429690/why-we-cant-solve-big-problems/
La
portada de la revista es ya demoledora y anticipa un artículo sensacional: Un primer plano del rostro
envejecido y melancólico de Buzz Aldrin, el astronauta del Apolo11
que puso los pies en la luna en 1969, y una frase: “You Promised Me
Mars Colonies. Instead, I Got Facebook”. Es la imagen de la
decepción de ver en qué ha quedado el espíritu de la generación
que puso un hombre en la luna.
La revolución tecnológica
de la segunda mitad del siglo XX se ha olvidado de resolver los
grandes problemas de la humanidad pues la tecnología ha quedado en
manos de grandes corporaciones económicas que sólo piensan en su
interés económico.
Por ejemplo, no se trata
de producir una vacuna contra el SIDA, sino de producir un producto
para que los enfermos de SIDA (ahora “clientes”) tengan que
comprar el resto de sus vidas siempre que tengan suficiente dinero
para ello. No se trata ya de producir una mejor semilla de cereal, se
trata de forzar a los campesinos (ahora “nicho de mercado”) a
comprar un tipo de semilla patentada que resista mejor los
fertilizantes y pesticidas químicos que la propia industra
fabrica... Y así hasta la náusea.
En el mundo educativo y
del aprendizaje en el que yo me muevo la decepción se manifiesta en
ver que treinta años después el acceso a los contenidos culturales
continua siendo un “Big Problem” sin resolver, por culpa de los
intereses bastardos de instituciones empeñadas en impedir el acceso
libre a la cultura.
En La Vanguardia del día
5/11/2014 aparece la siguiente noticia: “Condena a la UAB por las
fotocopias para los alumnos”
Como suele pasar, el
demonio está en los detalles, y la noticia en La Vanguardia, así en
pequeño no muestra los detalles de lo que aparentemente es una
honesta reivindicación de los autores de texto sobre sus legítimos
derechos de autor.
En www.diario.es
encontramos un artículo “El tira y afloja entre los derechos de
autor y el derecho a la educación” en el que se profundiza en este
caso:
Y nos encontramos con una entidad llamada “CEDRO” que en la
mejor tradición siciliana clásica,
a) Se autoproclama
poseedora de todos los derechos de todos los autores existentes o
imaginables, sin importar que muchos autores de los materiales que
esta universidad cuelga en su campus virtual sean los propios
profesores que deciden ofrecer estos materiales gratuitamente.(Ellos deciden que en realidad los profesores lo hacen bajo la coacción de los rectores, pues es de suponer que no les entre en la cabeza que nadie quiera compartir algo gratis si puede pedir algo a cambio).
b) Determina por su cuenta
que el precio de estos materiales del campus virtual de la
universidad son 5 euros al año por estudiante. ¿Y porqué 5 y no
10? ¿o 428? No se sabe. El principio del atracador es “esigí sin
especificá” como diría Maki Navaja, “El último choriso”.
c) Que ellos mismos son
los legítimos recaudadores de esta cantidad, sin que se sepa, claro
está, cómo se va a repartir tanto dinero entre sus socios, si es
que se reparte de alguna manera.
d) Y que si no se paga los
cinco eurillos de ná, pues se “[...]obliga a la universidad a retirar
de su campus virtual los textos que ofrece a los alumnos para su
descarga directa[...]”. ¡De TODOS los textos!. Y sólo falta añadir “y que los
universitarios tomen los apuntes con un puto boli BIC como se ha
hecho toda la vida”.
Lo terrible del caso es
que semejante institucion esté respaldada por los jueces y por el
sistema político, cuando aún es reciente el nivel de corrupción y
desverguenza torera que alcanzó la SGAE, otra institución
recaudatoria de derechos de autor de infausto recuerdo.
Lo terrible del caso es ver la cantidad de peajes se van poniendo en la autopista al futuro que era Internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario