Leemos en “El Periódico de Catalunya” del 26 de Agosto del 2015, en la presentación del
nuevo currículum de Secundaria catalán:
Irene Rigau (Consellera de
Ensenyament): “Los nobres de las asignaturas son casi los mismos y
apenas cambian los horarios y los temarios. Lo realmente nuevo en
este decreto es el cambio de modelo metodológico que plantea[...]
que se rige por el principio competencial que recomienda la
OCDE[...]”.
Es curioso que una nación
como Catalunya, que en estos momentos se encuentra en pleno debate
de reivindicación soberanista, supedite su modelo educativo a una institución
internacional como es la OCDE, de la que, por cierto, sabemos tan
poco.
En esta “adaptación a
la OCDE” el concepto clave es “competencias básicas”. Todo el
nuevo currículum gira entorno a las “competencias básicas”. Ya
no se estudian contenidos, sino competencias. Se aborrece de forma
radical el objetivo clásico de la educación, la acumulación de
saberes, para formar individuos “competentes”, aceptando el dogma
neoliberal de que en el futuro “los individuos ya no serán
remunerados por lo que saben, sino por lo que saben hacer”.
Las “recomendaciones de
la OCDE” giran entorno a su producto educativo estrella: Las
pruebas PISA. Estas pruebas, que la OCDE desarrolla cada tres años
desde el 2000 en más de 65 países de todo el mundo se han
convertido en el referente mundial de evaluación y comparación
internacional de sistemas educativos.
El libro de Julio Carabaña
“La inutilidad de Pisa para las escuelas” es un estudio crítico
de estas pruebas y a las políticas educativas que pretenden utilizar
PISA como instrumento de mejora de sus sistemas educativos.En el capítulo 4 de este
libro el autor analiza el concepto clave de las pruebas PISA: la
palabra inglesa “Literacy”.
Literacy sería lo que en
español entendemos por Alfabetización.Ahora bien, la palabra
“literacy” permite estar acompañada por una serie de
complementos que su equivalente español “alfabetización” no
permite: Podemos hablar de literacy (lo que entendemos por
alfabetización, es decir, la capacidad de un individuo para entender
un texto), pero también permite la
“numerical literacy” que sería la capacidad de un individuo para
entender mensajes numéricos, que en español se podría traducir por
“alfabetismo numérico”. Así podríamos hablar de “analfabetos
numéricos”, que serían aquellas personas que son incapaces de
entender documentos con gráficos, fórmulas, tablas numéricas,
etc...
Las posibilidades del
concepto inglés “literacy” son infinitas, permitiendo por
ejemplo hablar de “digital literacy”, es decir, de las
capacidades de las personas para poder entender mensajes dentro de
canales informáticos.
Es el concepto inglés
“literacy” el que se traduce en español por “competencias”.
La OCDE declara desde el
primer momento que su objetivo no son los saberes, todo aquello que
se ha aprendido, sino la capacidad de los estudiantes para poder
aplicar estos aprendizajes a situaciones de la “vida real”:
La evaluación directa del
conocimiento y destrezas al final del periodo de educación básica
permite al proyecto OCDE/PISA examinar el grado de preparación de
los jóvenes para la vida como adultos y, hasta cierto punto,
analizar la efectividad de los sistemas educativos. La meta del
proyecto consiste en la evaluación del rendimiento de los sistemas
educativos en relación con sus objetivos subyacentes (tal y como los
define la sociedad) y no en relación con la enseñanza y aprendizaje
de un cuerpo de conocimientos. Esta medición de los resultados
auténticos es necesaria si se pretende animar a los centros y a los
sistemas educativos a centrarse en los retos actuales (OCDE, 2000:24)
A la OCDE le importa un
rábano lo que saben o dejan de saber los ciudadanos, y así lo
manifiesta sin ningún tipo de pudor. Lo que analiza es el grado de
capacidad de aplicación de estos aprendizajes a la “vida real”.
Y aquí llegamos al
“corazón de la bestia”: ¿qué entiende la OCDE por “vida
real", por "retos actuales"?
No podemos dejar de tener
en cuenta que en la OCDE la “C” no es de “cultural”, ni la
“E” es de educativa, ni la “D” es de democrática. Estamos
hablando de una organización de un marcadísimo carácter económico,
capitalista, neoliberal, cuyo objetivo es buscar la máxima
competitividad laboral en un contexto de globalización
internacional.
Llegados a este punto es
imposible permanecer “neutros”. Cualquier paso en el estudio de
las pruebas PISA nos lleva inexorablemente a aceptar que para la OCDE
el aprendizaje, entendido en su forma “clásica” de acumulación
de saberes es no solo inutil, sino ya manifiestamente perjudicial
para el futuro laboral de nuestros jóvenes, que la escuela debe
abandonar su pretensión de llegar la cabeza de los jóvenes de
contenidos y saberes, pues estos son considerados auténticos
“lastres” mentales.
Un sistema empresarial que pretende trabajadores "alfabetizados" pero incultos. ¡Pero si esto es más viejo que el cagar sentado! ¿Acaso no era el sentido del sistema educativo precisamente luchar CONTRA semejante pretensión?
Hay que remarcar que no
estamos hablando en ningún momento del clásico debate sobre
contenidos teóricos vs. contenidos prácticos. En un gag de la serie
“Big Band Theory” encontramos a un ingeniero, dos físicos y un
astrónomo que van en un coche. El coche se para. Todos conocen
perfectamente como funciona un motor de explosión de un automóvil,
pero ninguno tiene la menor idea de como arreglarlo.
Es obvio que una de las
decisiones más importantes que una persona debe asumir en su vida es
qué estudiar, y si sus futuros aprendizajes serán teóricos o
culturales (y mal remunerados), o más bien prácticos, aplicados (y
bien remunerados). ¿Un buen nivel cultural o una buena nómina a fin
de mes?
Pero este no es el debate que plantea la OCDE. La OCDE da por muerta cualquier posibilidad de alternativa, de reivindicación de la cultura por la cultura. Se puede aprender una cosa
u otra, pero dejar de aprender, aprender menos, ser más ignorante, es
un camino que no lleva a ningún lado. Axiomas educativos como el
“aprender a aprender” son puras tautologías lógicas: no te
puedes comer tu propio hambre.
Pero pongámonos en el
"mejor" de los escenarios: aceptemos por un momento las pretensiones de
la OCDE y todas sus “recomendaciones”, y lancemos todas nuestras
pretensiones culturales a la hoguera de las vanidades de la
productividad empresarial. Convirtámonos en el “capital humano”
que pretenden los empresarios. ¿Realmente la OCDE va a garantizar
una buena posición económica para nuestros jóvenes? ¿No son acaso
estos mismos expertos los que han sido incapaces de preveer ninguna
de las crisis económicas que han sucedido en los últimos años?
Si estos pretenciosos
gurús de la OCDE no aciertan en sus pomposas “recomendaciones”,
nos encontraremos en el futuro con una sociedad con tanto paro y
precariedad laboral como ahora... y con un nivel cultural penoso. ¿a
quién exigiremos responsabilidades? A ellos seguro que no.
Por increíble que
parezca, al mismo tiempo que el empobrecimiento cultural de nuestra
juventud es cada vez más notorio, los currículums se van reduciendo
más y más, se eliminan de la enseñanza más y más asignaturas
“humanísticas”, y las asignaturas que permanecen están
sometidas a una terrible presión para adaptarlas sólo a
“situaciones reales”, es decir, desproveerlas de todo contenido
propio