Cada vez es más difícil no darse de cara con el gran tabú de la política educativa catalana (y seguramente de toda la española): Que el principio fundamental para acceder a un cargo público de responsable educativo es la
repulsión, la repulsión que sienten a trabajar de profesor en un instituto
Es el rasgo común de los líderes educativos, de los altos cargos, de los gurús, de los agentes del cambio, de los expertos en didáctica: Las malditas las ganas que tienen de pisar un aula.
Una vez aceptas la verdad de este terrible hecho, ya no necesitas más herramientas para resolver los más diversos enigmas.
Por ejemplo, que la Sra.
Laura Borrás, nada más ser elegida presidenta del Parlament catalán, ha ganado una plaza de profesora universitaria, funcionaria del Estado Español, ese Estado al que acusa de opresor, fascista, ese Estado del que pretende salir y de paso sacarnos a todos los catalanes.
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Y sin entrar en lo oscuro que parece haber sido su nombramiento, tengamos en cuenta que podría haber optado por una plaza digamos más catalana, como profesora lectora que haría de ella una funcionaria de la Generalitat. Como podemos leer
aquí:
[...]Una plaza titular, perteneciente a los cuerpos funcionariales del Estado, no se convocaba desde hacía una media de 17 años, en función de cada facultad. En algunas, como Derecho, hace 20 años que no se otorga. Y es que la política universitaria de la Generalitat ha sido la de disuadir la petición de esas plazas, y reclamar que las distintas facultades se acojan a las figuras que se crearon con la Ley de Universidades de Mas-Colell, la de lector y la de agregado. Con ello, en la práctica, se ha buscado una separación en el cuerpo de profesores entre Cataluña y el resto de España, una especie de estructura de estado.[...]
Pero todas estas contradicciones se esfuman en cuanto podemos saber la plaza que ocupará:
El área de conocimiento del puesto es Didáctica de la Lengua y la Literatura, dentro del departamento de Educación Lingüística y Literaria, y Didáctica de las Ciencias Experimentales y de la Matemática
Es decir, formará parte del glorioso colectivo de los que son capaces de cualquier cosa con tal de no acabar dando clase en un instituto. Cualquier cosa. Ser funcionaria del Estado del que abominas no será la más difícil. ¿tendrá que jurar la Constitución y lealtad a la Corona?
Este círculo se cerrará el día en que la Generalitat nombre Conseller d'Educació a un individuo que no haya pisado en su vida un instituto. Ya falta poco para eso.