Aquellos tiempos en los que los periodistas no habían asumido aún su condición de palanganeros en el burdel mediático.
Como decía en mi anterior entrada, ahora toca martillear la idea de que sin Internet no se puede aprender. Y para ello vale todo.
Vale incluso (¡hay que tener cuajo!) presentarse en ese horrible lugar llamado "La Cañada Real" para recoger el testimonio de Cristian, un chaval que
"sin Internet en la chabola, recibe un taco de deberes cada 15 días".
En esto, los profesores y responsables educativos hemos asumido, también, nuestra condición de palanganeros del burdel educativo. Exigimos gigas, muchas gigas de datos. Aún no sabemos para qué, (porque todavía no nos han dicho qué enseñar) pero hay que gastar gigas, pedir gigas, usar gigas.
“Algunos centros ni se han preocupado en llamar porque se da por hecho que en todas
las casas existe conexión a Internet”, dice la directora de la fundación.
Lo fácil sería consultar las dudas en Internet, pero consultar las dudas en Internet significa tener Internet. En esta chabola esto se traduce en el tiempo en que le duran los datos del móvil a los padres: no más de una semana.
Internet, "haberlo hailo". Y sería una herramienta fabulosa para que chavales como Cristian, incluso en infiernos como "La cañada Real", pudieran aprender. Lo que no hay son las decenas y decenas de Gigas que exige "la nueva educación": El vídeo, la videoconferencia... Nunca se había exigido tanto para aprender tan poco.
Ya puestos, en vez de esa foto de familia a lo "Los Santos Inocentes" (tiene guasa: Se puede ver al fondo claramente un Mercedes, un BMW, lo que parece un todoterreno de gama alta, y a la derecha, un individuo mirando un móvil), yo hubiera puesto un helicóptero de la UNESCO sobrevolando la zona, lanzando "tacos de deberes" a la población en paracaídas, como en esos reportajes del hambre en Africa.
- ¿Te gusta leer?
- Me encanta, pero aquí no tengo libros.
¿Y por qué no tiene libros? El reportero dicharachero no nos lo aclara. Misterio. Ya te lo digo yo: Porque eso va en contra del modelo de negocio de Santillana y sus ominosas "licencias digitales", el modelo "tanto pagas, tanto aprendes".
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