En política, la gestión de la frustración se llama nacionalismo.
Hace unos ocho años los catalanes vimos que Europa iba saliendo de la crisis mientras que nosotros seguíamos en ella: Frustración. Y los políticos (ciertos políticos) cogieron toda esa frustración colectiva, y con la levadura metafísica del “derecho a la autodeterminación” amasaron el pan nuestro de cada día llamado “procés”. Que a su vez genera más y más frustración en todas sus facetas: Odio, rencor, reproche…
En educación, la gestión de la frustración se llama pedagogía. (o didáctica).
La vida de todo individuo se divide en dos partes claramente diferenciadas: Mientras crees que la vida te va a dar todo lo que te mereces, y a partir del momento en que adquieres conciencia que no va a ser así. Que no vas a tener el sueldo que mereces, ni vas a viajar tanto como quisieras. Frustración.
¡Y mira que, aun así, la vida es hermosa! Se pueden hacer tantas cosas, aprender tanto, tener tantas experiencias maravillosas…
Pero ahí están: Los “expertos en educación”, que gestionan y alimentan la frustración. ¿Qué te ves obligado a trabajar en un Aldi? ¡Pero tu hijo será un maravilloso violinista con cinco años gracias a la neurociencia!
¿Qué encadenas trabajo precario, uno tras otro? ¡Pero tu hijo tiene un talento especial! ¡Que sí, ya verás! Y si no la culpa es tuya, por no haberlo educado en Mindfullmindness, coaching o “educación emocional”.
Frustración que genera más y más frustración. Que alimenta la maquinaria pedagógica, hasta hacerse institucional. Y llega un día en el que aparece la ministra de Educación del país, presenta la nueva ley educativa, y leemos en “El País” cosas del calibre de:
[…]La ministra ha señalado que el alumnado, “sea cual sea el talento con el que entra en el aula”, tendrá que salir con “el mismo valor diferencial” del centro educativo. “No puede haber segregación en el acceso [a los centros] ni en la salida, no se puede discriminar a los alumnos en diferentes itinerarios segregadores, ni socioeconómicos ni de otra naturaleza”, ha manifestado.[...]
Esto no significa nada. Absolutamente nada. Es como hablar de las propiedades nutritivas del agujero del donut. Es el resultado de la frustración institucional de un Estado que es incapaz de gestionar un mercado laboral sujeto a las leyes capitalistas más salvajes, que obliga a nuestros jóvenes a sobrevivir en una precariedad terrible. Una frustración que se pretende drenar haciendo del sistema educativo lo que no es ni puede ser, generando más y más frustración en la sociedad. ¿Que con tres másteres estás limpiando aluminio en un restaurante? ¡Claro, tu educación no fue competencial!
No existe nada parecido a “salir con el mismo valor diferencial [en talento] del centro educativo”. Y esto lo sabe ella, lo sabe el “experto” que le escribió el texto, y lo sabe todo el mundo.
La antididáctica es liberación. Es liberación de toda esta mierda, siguiendo el principio andaluz de "en mi miseria mando yo". Que no te utilicen. No dejes que alimenten tu frustración. No dejes que se alimenten de tu frustración.
P.D. Otra válvula de escape es la ironía, el "echar unas risas" de toda la vida, como el vídeo que comparten algunos alumnos del máster de educación (!), al más puro estilo "Pantomima Full":
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