Aunque esté todo perdido (porque sí, todo está perdido), no dejaremos nunca de denunciar las incoherencias de la "nueva educación", no dejaremos nunca de escupirle a la cara todas sus contradicciones, todas sus mentiras. Que son (fíjate tú qué cosas) las mismas contradicciones y mentiras del sistema capitalista, que se esconde detrás, oculto, por obra y gracia de la llamada "pedagogía", el "opio del pueblo" del siglo XXI.
La pedagogía estudia y promueve la ignorancia, y los pedagogos son los sacerdotes de este nuevo reino espiritual: "La ignorancia es buena, tú no tengas miedo, verás qué feliz eres...", "el conocimiento está sobrevalorado...", "el Dios capitalista proveerá..."... amén.
El viernes pasado nuestros estudiantes "hicieron" huelga por el medio ambiente. Una más. Cada vez hacen más y más y por los más diversos motivos y razones. El "derecho a la huelga" de los estudiantes está aceptado explícitamente recogido en las nuevas leyes educativas. Protestar dejando de estudiar un día entero ¿puede haber algo más ridículo?
Las "huelgas de estudiantes" son otro ejemplo de bochornosa perversión del lenguaje, otro signo de la decadencia integral de la educación. Sencillamente, los jóvenes no tienen ni zorra idea de lo que es una huelga... y los políticos están encantados de que así sea.
¿Cómo? ¿Qué dicen los gurús de la nueva educación? ¿Que para eso estamos nosotros, los profesores, los docentes, para enseñarles? ¡Ah! Sí. Y sin mucho rollo teórico, con aplicaciones prácticas en la vida real y mediante "competencias básicas" ¡Ah, las competencias básicas!
Las competencias básicas como las de la CNT, que hoy hace exactamente cien años, el 17 de marzo de 1919, consiguieron que la patronal de Barcelona se rindiera, después de semanas de una durísima huelga general en todo Barcelona, y aceptara las condiciones de los obreros. Las competencias básicas de un movimiento obrero que, por primera vez, comprendió el inmenso poder de la lucha organizada y de la unión obrera.
Aquel día la patronal aceptó, entre otros derechos, la jornada laboral de ocho horas, que en poco tiempo se extendió a toda España.
Pero, ¡ca! De esto nadie habla, esto no se dice, esto no se toca. Ni dentro ni fuera de los institutos. Como diría Pujol, això no toca!
Porque, entonces (igual que ahora) la lucha obrera no comulgaba con la catequesis nacionalista de la Lliga regionalista y la Mancomunitat: la existencia mística de la "Pàtria Catalana", y el derecho metafísico de la "autodeterminación de los pueblos".
Cien años después todo sigue igual: La lucha obrera no comulga con el nacionalismo, y el nacionalismo, el gran enemigo de Europa, controla con mano de hierro toda la política catalana.
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