miércoles, 25 de noviembre de 2020

La guerra está acabando, la derrota es inminente.

Con el obsceno descaro del que se sabe victorioso, leemos en el diario El País de hoy (link):

[...]El concepto de pérdida de curricular, recurrente a lo largo de varias reformas y en varios países no es una mera reducción en la extensión, sino un cambio en la óptica curricular: se sustituye la acumulación enumerativa enciclopedista por la profundización del conocimiento que se elige como esencial. En este sentido, el menos se convierte en más solidez, uso y profundización del conocimiento”, indica el documento[...]"

¿Eso del "menos se convierte en más", donde lo habré yo leído? ¡Qué te voy a contar!... en nuestros oídos resuenan la palabras proféticas de Orwell en su obra "1984":

"...Creerás, seguramente, que nuestro principal trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día. Esta­mos podando el idioma para dejarlo en los huesos. De las palabras que contenga la onceava edición, ninguna quedará anticuada antes del año 2050—...."

"...La destrucción de las palabras es algo de gran hermo­sura. Por supuesto, las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que puede uno prescindir. No se trata sólo de los sinóni­mos. También los antónimos. En realidad ¿qué justificación tiene el empleo de una palabra sólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo, tenemos «bueno». Si tienes una palabra como «bue­no», ¿qué necesidad hay de la contraria, «malo»? Nobueno sir­ve exactamente igual,"


Lo vengo diciendo desde hace años en este blog: La guerra está acabando, y nuestra derrota es inevitable . Las escuelas e institutos son un territorio conquistado por el enemigo. Al gremio docente, cautivo y desarmado, solo le queda aceptar la derrota. Pero nos queda huir al bosque. La obra Farenheit 541 es especialmente sugerente:

 [...]Siempre estamos viajando, y no queremos enterrar la película y regresar después por ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos. Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar su existencia. Todos somos fragmentos de Historia, de Literatura y de Ley Internacional, Byron, Tom Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí. Y ya va siendo tarde. Y la guerra ha empezado. Y estamos aquí, y la ciudad está allí, envuelta en su abrigo de un millar de colores. ¿En qué piensa, Montag? —Pienso que estaba ciego tratando de hacer las cosas a mi manera, dejando libros en las casas de los bomberos y enviando denuncias[...]

[...]Somos ciudadanos modélicos, a nuestra manera especial. Seguimos las viejas vías, dormimos en las colinas, por la noche, y la gente de las ciudades nos deja tranquilos. De cuando en cuando, nos detienen y nos registran, pero en nuestras personas no hay nada que pueda comprometernos. La organización es flexible, muy ágil y fragmentada. Algunos de nosotros hemos sido sometidos a cirugía plástica en el rostro y en los dedos. En este momento, nos espera una misión horrible. Esperamos a que empiece la guerra y, con idéntica rapidez, a que termine. No es agradable, pero es que nadie nos controla. Constituimos una extravagante minoría que clama en el desierto. Cuando la guerra haya terminado, quizá podamos ser de alguna utilidad al mundo[...]


Divulguemos conocimiento. Vivamos el conocimiento. Seamos conocimiento vivo. El bosque ahora es Internet, las redes sociales... Allí estaremos, siguiendo las viejas vías, durmiendo en las colinas... De Blogger a Facebook, de Mega a Instagram...

¿Por cierto, conoces la biblioteca TooMuch

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