Días después recibí un email del propio Fernando de la Cueva, en el que me exponía las razones por las que un libro en papel siempre será mejor que un formato digital.
Desgraciadamente para mí, no las pude compartir en este blog en su momento porque un accidente de moto me ha tenido recluido durante siete semanas. Nada del otro mundo: tobillos y mano izquierda rotas, pero en momentos así uno comprende que vale lo que valen las personas que te rodean: La pareja, la familia, los amigos... tus seres queridos. Y yo, en la categoría de "seres queridos", también incluyo los libros. Conservo libros que leí en mi infancia, mis libros llenan las cuatro paredes de mi despacho. Me hacen compañía, abiertos y cerrados. Me hacen sentir libre, incluso escayolado.
La "nueva educación" denigra la figura del profesor, pretende invalidarlo como contenedor y transmisor de conocimientos ahogándolo en cien mil burocracias y tareas estúpidas, y pretende también (viene a ser lo mismo) erradicar los libros como contenedores y transmisores de conocimiento, obteniendo así generaciones culturalmente más pobres: Inválidos para leer un libro, serán (lo son ya) incapaces de aprender por sí mismos (que era la razón fundamental de la etapa escolar preuniversitaria), consiguiendo así una sociedad de esclavos del consumismo.
Las aberrantes “licencias digitales” de las editoriales son fundamentales en este sentido: Pagar, pagar y pagar, una y otra vez, por poder acceder a las páginas sueltas de un material de pésima calidad. Partículas de conocimiento solo disponibles para aquellos que dispongan de conexión a internet. Y todo delante de las narices mismas de la Administración, sometida a los dictados del lobby editorial.
Conseguir una sociedad sin libros (y por tanto una sociedad de borregos analfabetos) no es ninguna distopía de la ciencia ficción, es uno de los objetivos actuales de las Administraciones educativas, un objetivo que se está alcanzando. (Ver, por ejemplo, en el Heraldo de Aragón, “Instituto Fahrenheit 451” )
Comparto con vosotros el email que me envió Fernando de la Cueva. Un homenaje al sentido común y la defensa de la calidad docente, en defensa de los libros (Me resisto a llamarle, a llamarme a mí mismo, Quijote, pero me temo ¡ay! que en eso nos han convertido)
Algunas de las razones que me impulsan a solicitar la supresión de la prohibición de textos de papel.
Se pueden añadir rápidamente, sin más que usar un lápiz, las observaciones que se estimen convenientes.
Algún ejemplo concreto: nos encontramos en el libro de papel un gráfico que carecía de datos numéricos y sus escalas eran engañosas. Rápidamente añadimos a lápiz todos los números que fueron necesarios, así como las correspondientes magnitudes y observaciones.
Otro muy reciente: una definición matemáticamente errónea. Al momento los alumnos la rectificaron y han añadieron la referencia donde consultar la modificación introducida en el libro de texto del curso anterior.
Más ejemplos: multitud de errores en datos numéricos y resultados en ejercicios desarrollados en el libro. Se rectifican a lápiz y asunto resuelto.
Tratar de modificar un texto digital con las herramientas de edición de que disponen algunos libros digitales (NO TODOS disponen de dichas herramientas) es tarea SUICIDA para un profesor con 25 alumnos de 13 años en clase. Además de que la mayoría no sabe, se añade la dificultad de las notaciones matemáticas. ¿Cómo se puede anotar en un libro digital algo del estilo de estos ejemplos?
Es IMPOSIBLE.
A mano cuesta medio minuto.
- Para trabajar con un libro de papel no hace falta estar conectado permanentemente a Internet. Con un libro digital que no permita su descarga es necesario trabajar "on line". Pongamos por ejemplo un alumno que pasa una tarde en casa de sus abuelos y estos no disponen de conexión a Internet. Tenemos un problema. Otro alumno se va un fin de semana al pueblo de sus padres y allí no tiene conexión a Internet. Los deberes estaban puestos “en la nube” o en la “classroom”. ¿Cómo accede?
Tenemos otro problema.
- Tener que disponer en casa de conexión a Internet por obligación para que los hijos puedan estudiar puede llegar a ser una exigencia socialmente discriminatoria, y más tratándose como en mi caso de un centro público. ¿Todo el mundo se puede pagar mes tras mes una línea ADSL de calidad para que sus hijos estén permanentemente conectados y puedan estudiar? Para esto no hay becas.
- ¿Todos los adolescentes de 12, 13 ó 14 años tienen la suficiente formación y madurez como para encerrarse a estudiar o trabajar en su habitación conectados por necesidad y obligación permanentemente a Internet? ¿Todos lo harán de modo responsable?
- Cuando en un aula un profesor tiene delante a 25 alumnos de 13 años con un dispositivo electrónico abierto, del que solo ve la tapa por detrás y no su pantalla, cualquiera de ellos puede estar conectado a innumerables páginas de Internet que no tengan NADA QUE VER con lo que se está desarrollando en clase en ese momento. El profesor es incapaz de controlar dónde anda metido cada alumno.
- Con los dispositivos electrónicos digitales siempre viene incorporada una calculadora. ¿Cómo puedo pretender afianzar en mis alumnos las operaciones básicas (suma, resta, multiplicación y división), si se lo da todo hecho la calculadora? Y es que con 12, 13 y 14 años, MUCHOS alumnos no saben multiplicar o dividir si no es con calculadora.
- Las licencias de los libros digitales también cuestan dinero, y no poco. Habitualmente caducan al año, por lo que los libros digitales no se pueden revender de segunda mano. Ni comprar de segunda mano. A diferencia de los textos de papel, que son revendibles (recuperando parte de lo que costaron) y recomprables (pagando por ellos un precio más económico).
- Si un alumno que usa libro digital necesita repasar conceptos o ejercicios de años anteriores, NO dispone de su texto, cuya licencia habrá caducado. Misma situación (peor aún) si hay que repasar temas de cursos anteriores por obligación, por tener la asignatura pendiente.
Un ejemplo concreto: en 2º ESO acabo de necesitar hoy en clase que los alumnos recordasen lo que es el baricentro de un triángulo y una de sus propiedades. Les he remitido a lo que vieron el curso pasado en 1º ESO y les he dicho que lo vuelvan a repasar en las páginas “tal y cual” del libro de 1º, haciendo “tal y cual” ejercicios de dicho texto del año pasado. Con un libro digital no podrían… porque no lo tendrían. La licencia habría caducado. Y este tipo de situaciones se presenta muy frecuentemente en Matemáticas. Constantemente nos tenemos que remitir a cursos pasados, y sin los libros… la cosa cambia.
- En el libro de papel de Matemáticas se puede medir físicamente con regla la escala de las imágenes, el valor de un ángulo con un transportador de ángulos, el tamaño de un segmento con un compás,... Si se usa una pantalla no se puede medir sobre ella porque ésta se modifica al tocarla y los bordes pueden impedir colocar el instrumento de medición. Por supuesto descartado el uso del compás, que a nadie se le ocurre clavar pinchando físicamente una pantalla.
...Y muchas otras razones que dejo de exponer por no aburrir a quien lea estos argumentos.
Cómo me gusta tu regreso a la lucha. Gerard. Te echaba de menos, sí: das siempre en el clavo de lo que se juega en el empeño y eso no es algo que suela suceder estos días nefastos. Gracias, amigo.
ResponderEliminarSalus.
Gracias de nuevo, Gerard, por dar a conocer mis argumentos.
ResponderEliminarHay muchos, muchos más.
Pero ya entraríamos en temas más comerciales que las meras licencias digitales...