Leo en el diario Ara (link) que el 40% de los jóvenes catalanes que se han presentado a la prueba PAP, un examen específico para entrar en magisterio que solo se realiza en Cataluña, no la han superado. Un examen que no es nada del otro mundo, un poco de comprensión lectora, su poquito de redacción, su poquito de ortografía, y algo de matemáticas básicas, bien sencillitas. Pues miles y miles de jóvenes, con su bachillerato recién acabado, han quedado declarados incompetentes no para dar magisterio como sucedía antiguamente, no, ¡Declarados inútiles para empezar a estudiarlo! Entonces, que Dios me perdone, pero la pregunta viene sola, cae por su propio peso: ¿Qué mierda de bachillerato han cursado?
No debemos descuidar el rigor, pensar bien las expresiones que usamos. Qué es esto de titular «Bachillerato de mierda», así por las buenas. ¿Podemos hablar aún de «bachillerato»? Tal vez no, tal vez deberíamos acostumbrarnos a referirnos al final de la etapa preuniversitaria como quinto y sexto de secundaria, o incluso como un undécimo y un duodécimo de primaria. A este paso, mi sobrina Alba, que cursa P4, ya no dejará jamás parvulitos, una etapa que se extenderá dulcemente hasta los dieciocho años, los niños jamás dejarán de ser niños y la dictadura de pedagogos y su nauseabunda e infecta pseudociencia dominará todo el territorio educativo.
Por cierto, leí esta noticia en el diario independentista Ara, que si bien para todos los males de los catalanes encuentra siempre causa cierta en nuestro sometimiento al yugo español y solución segura en la independencia y la república, en esto no clama a la autodeterminación ni reivindica más autonomía. Será porque hace ya años que Catalunya tiene un sistema educativo totalmente independiente del español, y no se puede culpar a otros de tener un bachillerato, insisto, de mierda.
Lo que no nos da la prensa nos lo da la literatura. Leo en «La madre naturaleza», de Emilia Pardo Bazán, de 1887:
«[...]Como todos los labriegos que aprenden a leer y escribir de chiquillos, su iniciación en esta maravillosa clave de los conocimientos humanos era muy relativa: saber leer y escribir no es conocer los signos alfabéticos, nombrarlos, trazarlos; es sobre todo poseer las ideas que despiertan esos signos. Por eso hay quien se ríe oyendo que para civilizar al pueblo conviene que todos sepan escritura y lectura; pues el pueblo no sabe leer ni escribir jamás, aunque lo aprenda.[...]»
No se puede ser más claro.
Si no aprende otras cosas, además; por ejemplo, todos los conocimientos que les harían posible la lectura de las grandes obras de la literatura.
ResponderEliminarUn abrazo, Gerard.
Salustiano.
Y, como nos enseña Pardo Bazán, las grandes obras de la literatura nos enseñan a leer.
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