Arranquemos la mentira de la "innovación pedagógica" del paisaje de símbolos catalán y aparecerán ante nosotros las verdades. Este es el principio fundamental de la "antididáctica".
Una de las verdades es cultural: la lengua catalana, y merece todo mi aprecio y respeto. Y por qué no decirlo, una cierta envidia. Los castellano parlantes catalanes jamás tuvimos el más mínimo respaldo institucional por parte del Estado español, esa es la cruda realidad. Es más, los sucesivos gobiernos españoles no dudaron nunca en vender barata, en regalar la carne charnega castellanoparlante al nacionalismo catalán a cambio de cuatro escaños miserables para completar mayorías absolutas en Madrid. Recordaremos siempre aquella noche electoral en Génova, cuando la muchedumbre pasaba de cantar "Pujol, enano, habla castellano" a "Pujol, guaperas, habla como quieras". El catalanismo político jamás "negociaría" a costa de la lengua catalana. Eso le honra.
La otra gran verdad es política: el nacionalismo, y merece todo mi desprecio. El nacionalismo es la antesala del fascismo. En 1918, con el final de la Gran Guerra, empiezan a surgir el movimiento fascista en Europa, siempre de la mano del nacionalismo, y cien años después, el fantasma del fascismo está más presente que nunca. En Catalunya, en Europa y en todo el mundo. Ayer mismo, en Barcelona, los CDR decidieron que la policía y la Guardia Civil no tiene derecho a manifestarse en Barcelona. Por las buenas o por las malas. Eso es fascismo.
Todo esto se resume en la sencilla plantilla de la Antididáctica:
Mentiras:
- Pedagogía, innovación pegagógica.
Verdades:
- Lengua catalana (cultural, admirable, respetable)
- Nacionalismo (político, despreciable).
Hasta aquí la teoría. Pero apliquemos el principio "antididáctico" a un ejemplo concreto: Las escuelas Montessori.
Leemos en un libro de texto de segundo de bachillerato (Editorial Vicens Vives):
"...Paralelamente, se impulsó [a principios del siglo XX, por parte de la Mancomunitat de Catalunya] una renovación pedagógica, que introdujo en Catalunya los métodos de Maria Montessori..."
Y sabe a poco, a nada. A mentirusco gordo mal atado.
Sin embargo, en la prensa catalana de 1918 esa mentira no aparece. La realidad es otra, mucho más brillante:
"...En catalán se imparte la enseñanza en las dos escuelas municipales 'Montessori', debido a las orientaciones nacionalistas..."
(La Veu de Catalunya, 18-10-1918, página 10)
"La acción directa del Ayuntamiento solo está en las escuelas d'Orbs y especiales, en las Montessori y en las de Artes y Oficios.[...]. En catalán ya se imparte la enseñanza en las escuelas de Artes y Oficios, en las Montessori y en las de Bosc".
(La Veu de Catalunya, 19-10-1918, página 10)
Una vez que hemos arrancado la mentira de la "innovación pedagógica", aparece ante nosotros la verdad: A principios del siglo XX, en Barcelona, las dos escuelas Montessori eran prácticamente las únicas en las que se usaba el catalán. Y esto era posible porque no dependían del Ministerio de Instrucción Pública español, sino directamente del Ayuntamiento de Barcelona.
Y el Ayuntamiento de Barcelona, en aquel momento, estaba ya dominado por el nacionalismo catalán. El nacionalismo catalán, a través del Ayuntamiento de Barcelona, tenía, por fin, capacidad económica.
Celestina Vigneaux i Cibils fue la pedagoga que introdujo el método Montessori en Catalunya. En 1915 convirtió su escuela de párvulos de la calle Llúria 112 en la primera Escuela de Párvulos Montessori de Barcelona.
Celestina Vigneaux estaba casada con Pere Coromines i Montanya, el insigne político catalanista, uno de los padres fundadores de Esquerra Republicana de Catalunya y del Institut d'Estudis Catalans.
Encontramos en 1908 a Pere Coromines como funcionario del Ayuntamiento de Barcelona, participando activamente en la redacción de un presupuesto extraordinario para la creación de escuelas donde se impartiera la enseñanza en catalán.
Celestina Vigneaux y Pere Coromines tuvieron ocho hijos, entre los cuales destacan Joan Coromines, el insigne filólogo, uno de los padres de la modernización de la lengua catalana después de Pompeu Fabra, el matemático Ernest Coromines, y Júlia Coromines, psicoanalista, una de las primeras en aplicar las teorías de Freud en Catalunya.
¿Impresionante, verdad? Admirable. Alrededor de la mesa comedor de la familia Coromines se sienta lo mejor de la intelectualidad catalana. A veces la verdad es hermosa.
Me pregunto si Júlia Coromines, la hija psicoanalítica, se dedicó en algún momento a interpretar el nacionalismo catalán con la teoría freudiana.
No es descabellado. Por un lado, Catalunya, la mujer, la madre, la gran teta, fuente de todos los placeres imaginables, y por otro, España, el padre, el represor, la norma, aquello que te quita la teta... Y el ciudadano catalán ante el complejo de Edipo: El deseo de matar al padre para así poseer la madre, para quedarse con la teta Catalunya.
Pero... ¿Acaso el método Montessori no es una educación teta? Educación infantil e infantilizadora, esa educación de niños retozando sobre mullidos cojines, como el bebé reposa en la teta materna, sin obligaciones, sin normas, sin esfuerzo, sin la figura del padre represor.
La negación directa del modelo educativo español, memorizador, dictatorial, la lista de los Reyes Godos...
Magnífico artículo, Gerard.
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