sábado, 28 de abril de 2018

Pantallas y golondrinas

Los pitagóricos descubrieron horrorizados que la diagonal era  inconmensurable con el lado del cuadrado y todo su sistema filosófico basado en el número entero y la racionalidad se vino abajo. Un siglo después, en el Libro V de los Elementos de Euclides encontramos grandes progresos para superar este espinoso problema que sólo será finalmente superado en el siglo XIX con Dedekind y el manejo de conjuntos infinitos. Los números irracionales son como las golondrinas que anidan en los tejados.


La vida social

(La Vanguardia, 27 de Abril de 1918, página 8)

Un querido compañero me hacía observar que si en Barcelona hay una afición excesiva al cinematógrafo, es porque la gente, sobre todo la clase media trabajadora, apenas si conoce la vida de relación: se cultivan poco las amistades; es reducido el círculo de las familias cuyo trato se frecuenta; se vive casi en el aislamiento, con todas las apariencias de un egoísmo receloso e insociable, y como no sabe la gente dónde pasar el tiempo, cuando hay tiempo para la ociosidad del cuerpo y recreo del espíritu, se recurre al cine, que es un espectáculo baratito y ameno, donde, aparte la atracción sentimental de los dramitas y dramones que se proyectan, hay la del lujo exagerado y cocotesco con que visten las actrices; la de ser las películas un poco pecaminosas; la de ofrecerse a la admiración del público femenino espléndidos salones, los interiores de verdaderos palacios, y además, cabe suponer en la gente un deseo oculto, todavía vago, impreciso. de algo que puede ser la vida social reflejada en la pantalla, tan distante da la modesta vida barcelonesa.
Es decir: se nota un vacío en muestras costumbres; se vislumbran las suaves costumbres de otros países, entre las cuales es la más encantadora el tener muchos amigos, y sin reprocharse cada quien el tiempo que pierde en el cine y que ya es un obstáculo para la vida de relaciones, se hace sentir en el corazón ciert amargura, cierta añoranza, cierto disgusto indeterminado que tiene por causa quizás el propio temperamento.
Es posible, sí, que el cine, haciendo desfilar ante los ojos de nuestro público gentes y paisajes de otras latitudes, costumbres de otros pueblos y especialmente de las clases elevadas, mantenga vivas la curiosidad y la admiración por aquello que es elemental en la sociedad y asequible para todos, cuando hay efusión en el trato y se sabe hacer agradable la vida cada quien en su esfera.
Barcelona ha de crecer mucho todavía y es seguro que se apresurará su desarrollo inmediatamente después de la guerra. Ya se advierten las señales de una evolución interior, profunda, de la vida barcelonesa, que no es ajena al cambio por que ha de pasar toda España, ayer nación pobre, hoy casi rica y en camino de hacerse fuerte y poderosa. Barcelona conserva aún muchas cosas provincianas, porque su transformación en gran ciudad ha sido lenta, normal, como consecuencia del trabajo de sus hijos, y hoy recibe otro impulso del exterior: una riada de oro y de vida europea puede elevarla rápidamente a una más alta categoría. La vida social ha de hacerse intensa; las costumbres son susceptibles de asimilarse nuevos modos, haciendo más exquisita su civilidad, aceptando las formas gentiles de la cortesanía, de la politesse.
Porque —doloroso es confesarlo— cuando se dice que los catalanes somos bruscos impolíticos, descorteses, quizás se exageran nuestros defectos, pero no se nos calumnia. Y esto es el resultado del aislamiento egoísta, de la poca afición a la vida social, fuera por dedicar todo el tiempo al trabajo, fuera por el hábito de la oficina y del taller con por el exceso de celo en la selección de las amistades, que a veces parece desvirtuado por las pretensiones, aparentemente también excesivas.
El espíritu práctico y que se supone en nosotros tan desarrollado, tiene recalcitrantes que miran con demasiado desprecio todo lo que parece superfluo, y entre lo superfluo incluyen lo [ilegible ¿señorial?]. Los buenos modos se separan de los modos exquisitos, creyendo observarse bien los primeros con sólo cambiar los saludos, inexcusables, regla de economía, como el llevarse la mano al sombrero sin quitárselo y el decir ¡Buenas!, que es una forma simple y general para las buenas noches, las buenas tardes y aun los buenos días. Con esto y unos cuantos tópicos acomodados al trato cotidiano, es decir, con sólo los rudimentos de la urbanidad; con dar las gracias en el momento oportuno y pedir perdones cuando se ha motivado una molestia involuntariamente; con el afectísimo seguro servidor del final de las cartas, santos y bautizos, y otra de pésame para los entierros, se consideran cumplidos los compromisos de la buena educación.
Todo lo demás, delicadas expresiones de obsequio y estimación personal, gracia en los modales, discretos, cuidado de parecer agradables hasta a los desconocidos, cortesanía, en fin; eso, para los recalcitrantes del espíritu práctico, son romansos.
Recuerdo una conferencia del querido maestro Lluis Millet, una conferencia que por cierto estaba dedicada a un selecto público de señoras, donde el insigne músico se ocupó un momento del fino trato social, estimándolo también él poco asimilable a nuestro temperamento. -No ens está bé- decía con su simpática bonhomie, -perquè... sembla que fem comèdia!
Es una confesión que no debería hacerse sin rubor. Vivimos en una gran ciudad constantemente visitada por extranjeros, y nuestro patriotismo nos hace desear que Barcelona logre un día competir por sus bellezas, por sus progresos, por su elegancia, por el encanto y gracia de su vida, con las mejores ciudades de Europa. No podemos pedir que se viva aquí como en la masía, porque corren por las calles miles de automóviles, y se levantan expléndidos hoteles, y se gastan millones en modas femeniles y la gente, lo repetimos, siente curiosidad y admiración por las costumbres elegantes y por un trato social más efusivo. No son romansos, sino demostración de cultura; el siglo maravilloso de Luis XIV, cargado de prestigios para las letras francesas, tuvo su iniciación en las reuniones mundanas y en el preciosismo del hotel de Ramboillet y del salón de Mlle. de Scudéry.
Además, la vida social y el fino trato que se deriva de la misma expresión de buen gusto, sentimiento de lo bello y distinguido, no se opone al espíritu práctico. "Para que la mayoría de los hombres no se sientan inclinados a expulsar a las golondrinas de la casa, siguiendo el consejo de Pitágoras- decía el cultísimo José Enrique Rodó,- es necesario argumentarles, no con la gracia monástica del ave ni con la leyenda de virtud, sino con que la permanencia de sus nidos no es en manera alguna inconciliable con la seguridad de los tejados."


Siendo como es muy reducido el círculo de nuestros aristócratas, y conocida la mesura, el seny de las familias acomodadas, no son de temer las exageraciones. No hay cuidado de que, andando el tiempo, puedan disiparse aquí muchas energías en la vida de sociedad y de salón, como en la Francia del siglo XVIII. Ni puede ser obstáculo para que se continúe trabajando fervorosamente, indefectiblemente, la educación refinada, la politesse exquisita.
Pero ésta ha de venir con la mayor sociabilidad de las costumbres, cuando la relación social se extienda más allá del círculo de los parientes, cuando no sea sólo propio de los ricos el hacer y recibir visitas, cuando haya una más calurosa comunidad en todas las clases, en fin, cuando a toda persona honrada le sea más fácil rodearse de amigos y llegue a sentir la dulce esclavitud del ambiente suyo, de tal modo que no pueda ya desprenderse de ese medio cordial sin que le duela la herida de una raíz muy sutil, bruscamente arrancada de su corazón.

JOSÉ ESCOFET

jueves, 26 de abril de 2018

Caso Cifuentes: Cleptomanía y educación.


Ni cinco minutos tardó la Sra. Cifuentes en dimitir. Y todo por robar dos botes de crema antiarrugas en el Caprabo. En esto la sociedad española se muestra intransigente, estricta, rigorosa. Nadie que robe un bote de crema en el supermercado puede administrar miles de millones de euros de nuestros impuestos.

Inútil es que intente alegar "cleptomanía" (“me llevé por error y de manera involuntaria unos productos por 40 euros, me lo dijeron a la salida y los pagué”) Ni caso, ¡a la hoguera con ella!

Y sin embargo repudiamos al profesor o profesora que entiende su asignatura como un ordenado y bonito escaparate de pequeños botes de conocimiento, y exige al alumno que “pase por caja”, es decir, que realice un frío examen final con papel y bolígrafo, a la vieja usanza.

El "segurata" que exige mostrar la bolsa es un profesional en el cumplimiento de su deber. Pero el profesor que exige demostrar el conocimiento es un tirano rancio, anticuado, obsoleto, retrógrado, un torturador. El celo profesional que requerimos en el supermercado es el mismo que aborrecemos en la escuela. Bonita contradicción.

La sociedad no fue tan dura con ella hace un mes, cuando se supo que había obtenido un máster sin ir a clase ni hacer exámenes. Eso no es robar, eso se llama “nueva pedagogía”.



sábado, 14 de abril de 2018

Escandaloso caso de discriminación en la escuela catalana

Mis amables lectores saben que este humilde blog está penetrado de ironía, impertinencia y provocación, pero cuando hay que denunciar un caso de injusticia hay que dejar de lado la ironía y ponernos muy serios. Porque es muy grave lo que está pasando con la prueba de competencias básicas en Catalunya, la prueba oficial de conocimientos que todos los alumnos catalanes tienen que realizar (pero no les puntúa) al acabar sus estudios obligatorios, a los 16 años.

La prueba de matemáticas (link) es fácil, vergonzosamente fácil para alumnos de 16 años. Y algunas preguntas están mal redactadas (link), pero ese no es el problema.

La prueba consta de 31 preguntas, 28 de "tipo test" para elegir entre cuatro opciones (A, B, C y D) y sólo 3 preguntas en las que el estudiante tiene que responder redactando. Las preguntas "tipo test" valen un punto y las de redacción dos. En total 28 de los 34 puntos se obtienen por preguntas "tipo test". Pero en esta prueba no se penalizan las respuestas erróneas. Debe ser el única prueba "tipo test" del mundo en la que no se penalizan las respuestas equivocadas. Esto quiere decir que una gallina, picoteando al azar las respuestas de esta prueba, acertaría una de cada cuatro, es decir, 7 de las 28 preguntas, y por lo tanto obtendría (en promedio) un 2 en el examen (un 2.06 para ser exactos).

Pero resulta, por increíble que parezca, que los responsables de esta prueba han decidido que el "suficiente" está no el 5, no, sino en el 2.5 (Se divide de 0 a 10 en cuatro franjas, y la más baja, hasta 2.5,  se considera "mal resultado", y lo que no es "mal resultado" es considera "dominio suficiente"). Total, que el alumno alcanza la suficiencia con un 2.5, cuatro décimas por encima del nivel gallináceo.


Y yo desde aquí señalo con el dedo al Sr. Joan Mateo Andrés, el máximo responsable de estas pruebas, uno de los 56 cargos de la Generalitat  que cobra más que el presidente Rajoy (79.551,62 euros al año) (link), sí a usted, Secretario de Políticas Educativas del Departamento de Enseñanza, y le digo

¿Qué tiene usted en contra de las gallinas?

Si, usted, Presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo del Departamento de Educación, doctor en Pedagogía,

¿Qué le han hecho las pobres gallinas?

¿Es que acaso no merecen también ellas superar la prueba de competencias básicas?

¿Acaso es coincidencia? Qué le costaría, digo yo, bajar cuatro décimas más  y dar por superada la prueba con un 2, el umbral gallináceo. Mire a la cara a la gallina, si es que se atreve, y dígale que no, que ella no se lo merece. ¡Es tan injusto!


Usted será doctor en Pedagogía, no se lo discuto, pero ¿Ha pensado en algún momento en las gallinas?

miércoles, 11 de abril de 2018

Las palabras perdidas de la política española

En La Vanguardia de hoy 11 de Abril del 2018 se compara España con un león herido. Leemos "...el Estado español es ahora un león herido. Su herida, un eco del malestar de 1898, no anuncia nada bueno: recordemos que el pesimismo de la generación del 98 desembocó en el falangismo."

Hace exactamente cien años, el jueves 11 de abril de 1918, en el mismo diario, encontramos un artículo que analiza la situación política española que podría aplicarse párrafo a párrafo, frase a frase, a la situación actual. En el camino hemos perdido léxico, han desaparecido palabras, por ejemplo ha desaparecido el patriotismo, ha desaparecido el prestigio de los hombres públicos, ha desaparecido el honor... ¡Qué digo! Que cada uno extraiga sus propias conclusiones.



La vida política

(La Vanguardia, jueves 11 de Abril de 1918, página 11)

Nuevamente se está poniendo de manifiesto el defecto grave de nuestra ley electoral, el que consiste en someter las actas al Tribunal Supremo; la más alta representación de la justicia es objeto de discusiones apasionadas en las que no sale bien parado su prestigio, y sus fallos no merecen el respeto que deben inspirar las decisiones de un tribunal de tanta altura. Hay que separar resueltamente la justicia de la política; los pleitos de ésta son esencialmente políticos y no encajan bien en la elevada misión del Tribunal Supremo de Justicia. Este y el art. 29 son los puntos vulnerables de la actual ley electoral, que necesita en estos extremos una reforma inmediata.

De la discusión de las actas verificada en el Congreso, resulta que en las últimas elecciones se han cometido todos los abusos tradicionales en nuestras costumbres, si bien se observa que no se atribuyen al gobierno que las presidió los vicios que se denuncian. Esto es un progreso evidente realizado en lo alto; contra el ministro de la Gobernación señor Bahamonde nada se alega; pero en cambio los caciques y las autoridades inferiores se han despachado a su gusto realizando los mayores atropellos, las mismas coacciones y los mismos atentados contra la libertad del elector que han caracterizado siempre nuestras luchas electorales. Se tardará mucho tiempo en llegar a conseguir que el ciudadano tenga conciencia de su derecho y noción de su fuerza; para esto es necesario una educación cívica de que nadie se cuida y serán inútiles cuantas leyes se hagan para conseguir la sinceridad electoral, si el ciudadano es el primero que se presta a vender su voto por dinero, por gratitud ó por miedo.

El Congreso actual ha comenzado sus tareas con los escándalos usuales en la discusión de las actas y aun no están del todo aprobadas, cuando ya se intenta levantar por procedimientos parlamentarios el castigo impuesto por el Tribunal Supremo a varios distritos. Este es el medio más seguro para hacer ineficaces todas las penas; aquí se piensa en el perdón antes que en el castigo, y si los distritos se convencen de que no han de tener eficacia las sanciones que imponga el Tribunal Supremo a sus faltas, habremos de renunciar a toda esperanza de redención en esta materia. No andamos cortos en España en eso de establecer penalidades para toda clase de delitos y faltas; pero desgraciadamente se convierten en amenazas que no se cumplen jamás y de esto están enterados todos aquellos a quienes la penalidad afecta.

Como siempre, al constituirse las Cámaras ha surgido la acostumbrada explicación sobre el juramento y la promesa. Esta viene siendo la primera muestra de virilidad y entereza de carácter que dan los representantes del país que no están conformes con el régimen y la primera comedia parlamentaria a que asiste regocijado el público de las tribunas. Figurémonos que a un ciudadano que no sea político profesional y que tenga recta conciencia, se le dice:—Para entrar en esta asociación de que pretendes formar parte, para sentarte en esa reunión en que quieres intervenir es necesario que jures sobre los Evangelios ó prometer por tu honor algo que es contrario a tus creencias y a tus propósitos. ¿Qué contestará? Seguramente que renuncia a formar parte de la asociación de que se trata y a intervenir en la reunión aludida. Ni el cristiano ni el hombre de honor se prestarían a esta farsa.

Pues los políticos profesionales enemigos del régimen de la monarquía y de la Constitución han hecho un arreglo con su conciencia para salvar esta dificultad. Juran ó prometen solemnemente, pero antes ó después del acto se levanta el jefe de la minoría a que pertenece y dice poco más ó menos:-Conste que el juramento y la promesa no nos obligan a nada y que estamos dispuestos desde este momento mismo a faltar a lo jurado y a lo prometido. El honor y los Evangelios nos tienen sin cuidado: todo ha sido una pura comedia impuesta por la necesidad de tener asiento en la Cámara.



Esta bonita inauguración de las tareas legislativas no ha faltado en ningunas Cortes desde la restauración hasta hoy. El ejemplo que se da en el seno de la re- presentación nacional no puede ser más abominable: al juramento sigue el perjurio cuando todavía está sobre la mesa la imagen de Cristo y el libro abierto del Santo Evangelio.

Se dice en defensa de este espectáculo que no es posible que por evitar el juramento ó la promesa dejen los hombres de ir al Parlamento ó defender las doctrinas que profesan representando una parte de la opinión pública; pero nosotros alegaremos con una autoridad tan grande como la de don Antonio Cánovas del Castillo que nadie tiene necesidad de hacer protestas porque el juramento no obliga a la renuncia de ningún ideal y solo quiere decir que el diputado contra el que ninguna sanción penal puede aplicarse, se comprometo al jurar a no faltar a la ley en el ejercicio de su cargo, a no cometer en el Congreso los delitos de palabra que realizados por otro cualquier ciudadano darían lugar a un proceso.

Pero es el caso que aun interpretado en este sentido el juramento faltan a él en el curso de la legislatura no pocas veces, los señores diputados. Lo mejor sería ahora que va a reformarse el reglamento, abolir el juramento y la promesa para evitar en lo sucesivo esa sesión del perjuicio y de la falta de honor con que comienzan su labor los representantes de los partidos extremos. Sosteniendo como nosotros sostenemos que los diputados y senadores son unos ciudadanos como todos los demás, sin ninguna clase de fueros ni privilegios juren ó no juren, prometan ó no prometan, están obligados como todos los españoles al cumplimiento de todas las leyes.

Ningún privilegio puede ser democrático; pero el de delinquir que se quieren atribuir algunos representantes del país es odioso en todos sus aspectos e intolerable en una sociedad de hombres honrados. Por una contradicción que es muy frecuente en el espíritu humano los que se llaman más avanzados en ideas, los que proclaman con más ahínco el principio de igualdad son los que se quieren elevar sobre el resto de sus conciudadanos amparándose en fueros ridículos y buscando escudos para resguardar su propia impunidad. Esto de los juramentos por baladí que a algunos parezca tiene grave importancia. Por empeñarse el señor Montero Ríos en el año 1869 como ministro de Gracia y Justicia en que el clero jurase la Constitución so pena de no cobrar sus haberes, se produjo en la sociedad española la más honda perturbación religiosa y se sembraron los gérmenes de la segunda guerra civil.


Nosotros creemos que las leyes del Reino obligan a todos los españoles sea cual fuese su clase y condición y que no es preciso que nadie jure ni prometa obediencia a las mismas para que le pueda ser exigida. Al reformar el reglamento del Congreso puede señalarse la sanción que corresponda al abuso que de su derecho pueda cometer el diputado y con esto se podrán suprimir el juramento y la promesa ó sea hablando claramente el perjuicio y la falta a su palabra de algunos representantes del país. Vayamos quitando convencionalismos y hagamos completamente serios los actos que se verifican en el recinto en que las leyes se elaboran. Con eso se acrecentará el prestigio de los hombres públicos hoy bastante mermado y no se darán ejemplos tan poco edificantes como el de tomar a broma en los comienzos de cada Congreso la religión y el honor.

EMILIO SÁNCHEZ PASTOR



lunes, 9 de abril de 2018

Una rama de almendro (Eugeni d'Ors)


Glosa de Xènius (Eugeni d'Ors) en La Veu de Catalunya el 8 de Abril de 1918

Un almendro siempre es cosa más bella que un campo de almendros,
y más bella que un almendro es una rama de almendro.



El fraude del Máster de Formación de Profesorado

Dicen que Matt Damon, el protagonista de The Martian, para experimentar la sensación del vacío absoluto en la superficie de Marte, se matriculó en un "Master de Formación de Profesorado".


El "Master de Formación de Profesorado" es el colmo del fraude educativo, es donde el ominioso chantaje del "calla y paga si quieres trabajar" es más descarado. Y todo para mantener la casta de mezquinos gurús educativos de los "departamentos de pedagogía" que parasitan todas las facultades.

En este sentido os recomiendo el artículo:

"Yo también hice un máster en la URJC y allí descubrí de qué va todo esto realmente"

Como toda burbuja especulativa, la burbuja educativa seguirá creciendo hasta que finalmente colapse, hasta que reviente. Y entonces nos preguntaremos cómo fue posible semejante despropósito, cómo nadie hizo nada al respecto. 

sábado, 7 de abril de 2018

El rector de la Juan Carlos en exclusiva para Antididáctica

Declaración institucional, en exclusiva para Antididáctica, del rector de la Universidad Juan Carlos sobre el caso Cifuentes:


Para aquellos que no dominen la fonética del castellano clásico, dejo aquí la transcripción precisa de sus palabras:

A ver hermosos,
o sea que eso de los exámenes es algo obsoleto,
y que lo de ir a clase es también algo obsoleto,
pero cuando Cifuentes aprueba el master sin ir a clase y sin hacer exámenes,
decís que es un fraude
¡Anda y que os den morcilla a todos!
 
P.D. Antonio Ozores, ese gran antididacta, injustamente olvidado en las facultades de lengua y comunicación de toda España, pero que sin duda tendrá una merecidísima asignatura propia el un futuro "Master de Antididáctica" que tanta falta hace en España.

viernes, 6 de abril de 2018

Las plumas despistadoras (La Vanguardia 5/4/1918)

ESPÍRITU AMBULANTE

Las plumas despistadoras


(La Vanguardia 5 de Abril de 1918)

Las horas de sobresalto y de peligrosa incertidumbre que en estos últimos días hemos vivido los españoles, nos hacen pensar nuevamente en la suma de fuerzas explosivas y de agentes de inquietud que contienen y arrastran las sociedades modernas.

Los que escribimos con asiduidad para el público circulante, a veces nos sentimos perturbadores por la eficacia transtornadora que posean las plumas, y por la especie de inconsciente frivolidad con que las plumas se esgrimen todos los días. No es frecuente en los que manejan las plumas esta clase de perturbación de la conciencia; el profundo egoísmo que forma el cimiento psicológico del artista, ayuda a que los remordimientos sean muy raros y, aunque existan alguna vez, nunca lleguen a confesarse.

¡Cuántas veces nos ha turbado la consideración de que existan en el mundo tan numerosas verdades ocultas y tantos errores triunfantes! Buscamos la explicación de esos tristes fenómenos, y desde luego tenemos que descontar como inservibles las causas más usuales ó admitidas. No podemos acusarnos de pobreza de recursos intelectuales; si la Humanidad no ha descubierto mayor número de verdades y no ha desterrado ya tantísimos errores, no es por culpa de la ignorancia, puesto que la agudeza mental del hombre civilizado es grandísima, y porque la civilización organizada cuenta innumerables siglos de fecha. El progreso mecánico, las maravillas de las artes positivas, los inventos fabulosos é indubitables que apresuradamente logran los sabios, la grandeza y perfección de las ciudades y de las organizaciones civiles, todo eso, tan palpable, tan fuera de rectificaciones ¿no prueba bastante la sutilidad y la gracia de nuestra inteligencia, cuando exclusivamente se propone combinar un tinte químico, construir una rotativa impresora y elevar una torre de hierro ó un aeroplano? Estos triunfos mecánicos y positivos podrán admitir la mejoría, la añadidura, la complicación tendiente a una suma perfecta; pero no pueden ser rectificados. Un sabio de mañana será incapaz de demostrar al mundo que el aeroplano no vuela ni que la torre Eiffel no está verdaderamente firme y erecta.

En cambio, si nos introducimos en el terreno de la especulación científica, si buscamos lo cierto en la filosofía, la religión, la estética, la historia, la medicina, la higiene, entonces el nivel de nuestra inteligencia desciende, y desciende tanto, que apenas si hemos avanzado nada desde los tiempos que apresuradamente llamamos primitivos. Cuando pensamos haber descubierto una verdad, pronto averiguamos que era ya conocida de los pitagóricos, de los platónicos, de los epicúreos, de los estoicos, de los alejandrinos, de los orientales, de los indostanos... Y nuestra actitud intelectual, ¿acaso varía tampoco nada? Los antiguos manipulaban sus teorías, jugaban con sus verdades, y uno venía a rectificar lo que otro mantuvo antes. Las verdades se quitaban como realmente de las manos. Lo mismo que en la política y en todo menester en que se introduce la sed de dominio, el afán de conquista y el amor propio, en el campo intelectual se ejercitaba la malicia, el escamoteo, el soborno y la coacción, y con demasiada, frecuencia también la mentira. Pues todo esto sigue imperando hoy, sin diferencia casi. Y todos los días, en efecto, nos asegura alguien que una teoría sociológica que dábamos por cierta, es falsa; que la doctrina evolucionista falla enormemente; que el vino, al revés de lo que aseguraban ayer, no es perjudicial para la salud... Mañana nos dirán que el contagio no existe; que la raza europea ha venido por la Groelandia, y no por el Oriente ni por el Mediterráneo; que el hombre posee alma, contra lo que se creyó hace poco, y no precisamente un alma, como piensan los espiritualistas tradicionales, ni dos almas, como piensan los guósticos y los orientales, sino exactamente tres almas.

Cuando confrontamos, pues, la desproporción que existe entre la cultura mecánica y palpable de nuestra sociedad animosa y el desconcierto, la constante rectificación de nuestra cultura especulativa, sentimos el prurito de aventurar, (también nosotros) la siguiente hipótesis: Las verdades esenciales que se reserva la Naturaleza y que nos oculta a los hombres, no yacen desconocidas a causa de una voluntad avara, ó adversa de la Naturaleza; las verdades tal vez se ofrecen con tanta expontaneidad como los frutos y fenómenos de la Naturaleza. Es el hombre mismo quien alarma, asusta y aleja a las verdades. El hombre se dirige hacia las verdades lleno de vanidad, de pasión, de egoísmo, de ligereza, de concupiscencia y hasta de afán de juego.



En vez de atraer a las verdades, que estarían propicias a dejarse coger, el hombre las conturba, las atropella, las confunde y las involucra. Además, ¿quién es el encargado de cazar a las verdades? Son los filósofos, literatos, sabios, artistas, aquellas gentes mejor dotadas de sutileza, pero en quienes la imaginación desbordada produce absurdos despistamientos, y que nunca renuncian a interponer sus pasiones de egolatría, su vanidad, su envidia y su codiciosa hambre de gloria.

Si aplicamos ahora este comentario de «la verdad que el mismo hombre aleja de su propia mente» a los sucesos políticos, ¿nos extrañaremos mucho de que ciertas cuestiones públicas, que acaso el último ciudadano resolvería, se compliquen tan embrollada y dramáticamente? Hay para estos casos la costumbre de decir que «política de una nación es muy complicada».., Seguro que así es. ¿Pero no la complican los mismos políticos? ¿No es cierto que la complicación está en las pasiones, vanidades, egoísmos y fiebres de los políticos? Los pueblos, como la Naturaleza, no sienten deseo de ocultar su verdad; son los políticos quienes se esmeran en trabucarla. Y las plumas, sobre todo, ayudan a la confusión. Puesto que hay confusión, más bien que complicación.


Jose María SALAVERRÍA

miércoles, 4 de abril de 2018

Nuevo periodismo y destrucción del conocimiento

El periodismo tiene un papel fundamental en el proceso de degradación y destrucción del conocimiento. En un mundo dominado por las FakeNews, la realidad se entiende como algo incómodo, una rémora del pasado. Lo moderno es crear realidades a gusto del lector.

Si uno puede aguantar la náusea que produce, que es mucha, vale la pena leer el artículo "La enseñanza que castra la creatividad" que, con el valor añadido de estar escrito por todo un catedrático de periodismo, es una magnífica carta de presentación de lo que será el periodismo del futuro como creadores de realidades a gusto del consumidor. Os dejo algunas perlas:

"[...]Hace unos meses este periódico publicó un reportaje sobre si los universitarios españoles cometen más errores ortográficos. No estoy seguro de que sea relevante. Los procesadores de texto corrigen las faltas. [...]"

(insisto, esto lo escribe todo un catedrático de periodismo de la Universidad Carlos III)

"[...]En un mundo cambiante, las universidades no deben ser selectivas, sino inclusivas.[...] La universidad española puede ser criticable pero, en mi opinión, tiene una ventaja: no es selectiva."

[...]En las oposiciones de maestros se valora más conocer las implicaciones sociales de los cuentos (erudición) que crear un relato propio.[...]

En el nuevo periodismo, la clave está en "crear un relato propio". No en el analizar e interpretar "la realidad", no, porque ya no existe eso llamado "la realidad". La realidad la construye el periodista, al gusto de sus clientes-lectores, consumidores de dosis diarias de SUS realidades. Y naturalmente, el principal requisito para desculturalizar la sociedad será exigir un gran nivel de incultura a los periodistas.

Lo que más me horroriza de este artículo es lo mucho que se aproxima a los planteamientos de la novela "1984", de George Orwell.

En el artículo leemos "[...]Todo lo que enseñamos ahora lo hará mejor la Inteligencia Artificial en unos años: desde escribir sin errores hasta estudiar historias clínicas para, a través de análisis químico-físicos, detectar enfermedades. Un algoritmo lo resolverá mejor. No se aprende a crear -arte, ideas nuevas- que es la única manera que tenemos, de momento, de competir con robots inteligentes que dominarán pronto. Un ordenador ya mejora la sintaxis de un texto; incluso redacta un comentario de texto tipo selectividad, pero aún se tardará para que pueda crear ideas originales.[...]"

Las "máquinas de redactar" ya aparecían en la novela de Orwell:  "[...]Julia tenía veintiséis años. Vivía en una especie de hotel con otras treinta muchachas («¡Siempre el hedor de las mujeres! ¡Cómo las odio!», comentó; y trabajaba, como él había adivinado, en las máquinas que fabricaban novelas en el departamento dedicado a ello. Le distraía su trabajo, que consistía principalmente en manejar un motor eléctrico poderoso, pero lleno de resabios. No era una mujer muy lista - según su propio juicio -, pero manejaba hábilmente las máquinas. Sabía todo el procedimiento para fabricar una novela, desde las directrices generales del Comité Inventor hasta los toques finales que daba la Brigada de Repaso[...]"

En general, el desprestigio del lenguaje que promociona el autor del artículo es la destrucción del lenguaje que encontramos perfectamente descrita en "1984":

[...]¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día? Winston no lo sabía, naturalmente sonrió - creía hacerlo agradablemente - porque no se fiaba de hablar. Syme comió otro bocado del pan negro, lo masticó un poco y siguió:
- ¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento.
[...]

[...]Le estamos dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que neolengua. Cuando terminemos nuestra labor, tendréis que empezar a aprenderlo de nuevo. Creerás, seguramente, que nuestro principal trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día. Estamos podando el idioma para dejarlo en los huesos.[...]

[...]La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura. Por supuesto, las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que puede uno prescindir. No se trata sólo de los sinónimos. También los antónimos. En realidad ¿qué justificación tiene el empleo de una palabra sólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo, tenemos «bueno». Si tienes una palabra como «bueno», ¿qué necesidad hay de la contraria, «malo»? Nobueno sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a «bueno» y la otra no.[...]

Incluso el autor del artículo especifica que este proceso no afecta a las ciencias, a las matemáticas: [...]Esto no pasa tanto en ciencias o ingenierías. Ninguna familia discute ecuaciones diferenciales en el desayuno. Las matemáticas es un talento que no depende tanto de la cultura del entorno.[...].

¡Ah! Aquí la realidad, la puñetera realidad es terca y obstinada, para construir una "tablet" o un televisor de plasma no basta con creatividad, se necesitan conocimientos técnicos, precisos, realidades que no necesariamente se adaptan a nuestros deseos... Pero sólo para hacer cosas como teléfonos móviles y coches híbridos. En "1984" ya se tenía en cuenta este hecho, y la neolengua reserva un apartado, el "vocabulario C", para preservar las palabras técnicas necesarias para la ciencia y la técnica: "Vocabulario C: compuesto exclusivamente de palabras científicas y técnicas, pero redefinidas de manera que estuvieran desprovistas de significados 'potencialmente peligrosos'" (de la wikipedia)

El autor del artículo, en su infinita majadería, llega a postular la existencia de una clase social dominante, un "estrato alto", a los que podríamos llamar "los cultos", que además se perpetúan en el poder inculcando la cultura en sus hijos. "[...]La ventaja de la creatividad es que no conoce clases sociales. Los hijos de grandes escritores, artistas o científicos poseen cultura (es algo que las élites pueden comprar) pero no heredan su creatividad. Insistir en la ortografía perpetúa la separación de clases. Solo los estratos altos (ojo, no en lo económico sino en lo cultural; pues, a estos efectos, es más clase alta el hijo de humildes maestros que de constructores millonarios pero sin estudios) manejan un vocabulario rico y hábitos de lectura. Eso no los hace más creativos, ni más listos (Amancio Ortega no tiene titulo universitario pero tiene una gran creatividad empresarial); sino más cultos.[...]"

Inútil es insistir que las élites no pueden comprar cultura, podrán comprar bibliotecas enteras, o pianos de cola, pero no pueden comprar cultura. Toda la diarrea mental de este sujeto la deja sintetizada en una frase definitiva: "Insistir en la ortografía perpetúa la separación de clases". Hay que tener cuajo.


domingo, 1 de abril de 2018

Catalan On The Moon

Leo en Internet que el proyecto americano Apollo necesitó 5230 millones de horas/hombre.

5,232,387,169.17 para ser exactos (Link1) (Link2)

Los catalanes hemos dedicado al "procés" (en estimación propia)

7.5 millones de catalanes
por 2 horas diarias de "procés" por persona (estimación por lo bajo)
por 6 años

7500000 x 2 x 6 = 90000000 millones de horas/hombre.

Dicho así, no parece mucho.

Por regla de tres, los catalanes necesitaremos 350 años de "procés" para igualarles. Todo es ponerse.




"Man on the Moon" también es una divertida película de Jim Carrey sobre la vida del cómico Andy Kaufman, el título se refiere a la canción homónima de REM. Copio de la Wikipedia:

El título, la letra y el vídeo hacen referencia a la teoría de la conspiración del aterrizaje del hombre en la Luna. También hay rumores que afirman que Andy Kaufman falsificó su muerte, en la canción no se hace referencia directa a esto, pero sí a que Kaufman debe ser visto como alguien que tenía algo bajo la manga (citándose esto indirectamente en versos como If you believe there's nothing up his sleeve, then nothing is cool, "Si crees que no hay nada bajo su manga, entonces nada está bien").



Todo esto, naturalmente, It you believe they put a man on the moon...